Sulli Esta Saliendo Con La Choiza Del Dinamico Duos











Yoo Jae Suk, Mención discreta de Choiza y Sulli en 'I Am A Man' exagerada cuando le preguntaron si Sulli de F(x) está saliendo con Choiza de Dynamic Duo . le preguntaron si Sulli de f(x) y Choiza de Dynamic Duo estaban saliendo Casi seis meses después de la cantante de 19 años, Sulli del grupo si digo que están o que no están saliendo, acabaré por convertirme en un mentiroso», dijo. INFO"Sulli"✿ Choiza de Dynamic Duo y Sulli, ambas partes ¡CONFIRMAN! con la declaración: “Están en una relación de apoyo”, describiendo que Sulli y de f( x) pausó todas sus actividades y los rumores de Sulli saliendo con Choiza.

La presencia fantasmagórica, de un gris azulado, del parlamento al fondo, irguiéndose sobre el río como un castillo gótico no era, por aquel entonces, una imagen tan familiar. El edificio se había terminado de construir hacía poco, después de que el antiguo Palacio de Westminster fuera pasto de las llamas en un acontecimiento que pintó el propio Turner en El incendio de las casas de los Lores y los Comunes.

El puente de Westminster, que aparece a lo lejos, estaba también recién terminado y atraviesa el cuadro como una banda de encaje sucia. Los remolcadores navegan a todo vapor por el río.

Si Monet hubiera visitado Londres diez años antes, no se habría encontrado con la mayoría de las cosas que pinta. Su técnica es también moderna: los detalles se sacrifican en favor de una unificación pictórica. Monet pretendía crear una obra de arte armónica, en la que la forma, la luz y la atmósfera se fundieran en una unidad sin fisuras.

El parlamento y el puente de Westminster no son sino siluetas situadas al fondo que dotan de profundidad a la composición y sirven como indicio visual de la densidad de la niebla. El cuadro sirve de ejemplo perfecto para explicar el impresionismo.

Comenzaron a llegar a Europa a mediados del siglo XIX, después de que Japón experimentara un proceso de apertura hacia el resto del mundo. Manet apreciaba mucho a maestros del Ukiyo-e como Utagawa Hiroshige y Katsushika Hokusai Fue bajo la influencia de ese arte plano, tal y como aparece en La gran ola de Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos de Hokusai ca. Uno de los grabados de la serie, la Estación de Otsu ca. Utagawa Hiroshige, Estación de Otsu, ca. Edgar Degas, La clase de danza, Tomemos ahora La clase de danza, una obra de Degas pintada enel mismo año en que tuvo lugar la Primera Exposición Impresionista ver Fig.

A su izquierda, al borde del cuadro, se encuentra una bailarina muy poco atenta: se rasca la espalda, tiene los ojos cerrados y la mandíbula levantada; parece ausente. Para aquellos que, como yo, hayan trabajado en un teatro entre bastidores y hayan visto a bailarines y bailarinas de ballet en sus ensayos, resulta una pintura tremendamente acertada y evocadora. Capta la naturaleza felina de estos, a la vez perezosa y distante, mezclada con un vigor físico tan sensual como poderoso.

Degas ha logrado una gran proeza compositiva: para ello ha pasado por alto todas las reglas de la Academia y ha imitado las pautas compositivas de los grabadores japoneses.

Como en la Estación de Otsu de Hiroshige, Degas ha construido el cuadro a través de una línea diagonal que va desde el extremo inferior izquierdo al superior derecho. Asimismo, ha elegido un punto de vista que se eleva sobre la imagen, una asimetría que obliga a escorzos exagerados y a amontonar a los personajes en los bordes exteriores del cuadro.

La intención de Degas era comunicarnos lo que se ve en un instante fugaz y que él ha congelado en el tiempo. Pero no era así en realidad. A este respecto, Degas nunca fue realmente un impresionista. Tampoco la naturaleza de la luz fue algo que preocupara en exceso a Degas: lo que sí resulta central en su obra es la preocupación por crear la ilusión del movimiento.

Es algo que se observa perfectamente en su obra Carruaje en las carreras ca. De nuevo Degas se sirve de técnicas compositivas típicas de los grabadores japoneses. Esta vez, sin embargo, se trata de un coche de caballos con la capota quitada.

El carruaje y los caballos aparecen amontonados en primer plano, cortados por el abrupto encuadre escogido por Degas. La intención del artista, al igual que en sus pinturas sobre bailarinas, era transmitir la belleza del movimiento, de ahí que escogiera temas en los que fueran importantes la agilidad y flexibilidad, y en los que los personajes que aparecen se encontraran en plenitud de facultades físicas.

Degas comprendió qué se necesitaba para crear la impresión de inmediatez y movimiento: para ello no valían solamente los artistas japoneses. Degas conocía muy bien el trabajo de un pionero de la fotografía: Eadweard Muybridge Degas nunca olvidaría esta lección. Degas estaba encantado con la precisión y la exactitud de su dibujo y con la firmeza de su mano.

Cabe decir que eso sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos precisamente lo que pretendía Degas. Usa una amplia paleta, simplifica los detalles y se sirve de una pincelada suelta; y también quería pintar cuadros que comunicaran la fugaz sensación que se produce en un instante.

En parte, la primera exposición impresionista de se celebró porque el marchante no podía pagar el sueldo a sus artistas.

No obstante su persistencia y su fe en ellos dieron sus frutos. Entanto él como los impresionistas lograron su mayor éxito con su primera gran exposición en Estados Unidos. Aunque sus obras ya habían sido expuestas allí, la muestra de organizada por Durand-Ruel no tenía precedentes. Fue su consagración. Los impresionistas se habían hecho un nombre y el futuro estaba asegurado: con ellos había llegado el arte del mundo moderno.

Necesitaba un nombre bajo el que unificar y agrupar a un grupo de artistas diversos a los que había seleccionado para formar parte de la exposición que estaba organizando en las Grafton Galleries de Londres. Este insólito viaje a Londres de la obra de un grupo de pintores de vanguardia franceses iba a levantar bastante revuelo y ello supondría, inevitablemente, que Fry se convertiría en el blanco de las críticas.

Por ello tienen la costumbre de bautizar sus exposiciones con títulos tan magros y apagados que parecen extraídos de una oscura publicación académica. El mundo artístico londinense no conocía a la mayor parte de los artistas que él incluía en la muestra, pero sí había oído hablar del padrino del impresionismo, y Fry esperaba que tuviera el suficiente empuje como para que los aficionados salieran de sus casas en un día de invierno realmente frío.

La solución, para Fry, pasaba por añadir un prefijo y eso fue lo que hizo. La exposición se tituló Manet y los posimpresionistas. Por decirlo de otro modo, un tanto trillado, eran como los carteros: cada uno de ellos recogió el impresionismo y lo llevó a un destino diferente. El título funcionó, pero la exposición fue un fracaso. A Fry le acusaron de ser un excéntrico y un embustero, pero no todo el mundo pensaba así. Bennett and Mrs. Brown, estaba aludiendo a la exposición de Fry de La vida, realmente, sí había cambiado para él.

Había organizado la exposición de las Grafton Galleries tras haber sido despedido como conservador del Metropolitan de Nueva York después de una discusión con el entonces director, el financiero John Pierpont Morgan conocido como J.

Morganque era quien le había contratado. Fue entonces cuando Fry descubrió la vanguardia parisina, lo que le cambió no solo a él, sino también su manera de entender el arte. Dejó su labor como conservador del arte del pasado y centró sus esfuerzos en el arte del presente. Ahora, en el orden general de las cosas, esta afirmación carece de sentido, dado que la mayor parte del arte anterior al impresionismo era también invención.

Sin embargo, en el contexto de un movimiento artístico que se había desarrollado a partir de la adherencia estricta del impresionismo a la objetividad y a la cotidianidad, sí tiene sentido. La vida de Vincent van Gogh comenzó de una manera bastante normal en Groot-Zundert. Era el mayor de los seis hijos del reverendo Theodorus y de Anna Cornelia van Gogh. No se le daba mal. La empresa fue abriendo sucursales: primero en Bruselas, luego en Londres.

En las cartas discuten sobre arte, literatura e ideas, y estas son un testimonio del modo gradual en que Vincent comenzó a desvincularse de la naturaleza materialista del negocio del arte: algo que tiene que ver con su creciente obsesión por el cristianismo y la Biblia.

Fue este conflicto interior el que llevó a que lo despidieran de la compañía y se fuera a vivir a la nada glamurosa ciudad de Ramsgate, en Inglaterra, donde trabajó como maestro de escuela. Las cosas no salieron del todo bien. La respuesta de Theo fue poco convencional, pero muy profética: hazte artista.

Era una sugerencia cara: a Vincent le encantó la idea y Theo pagó por ella. Desde entonces, Theo se dedicó a mantener económicamente a su hermano mayor. Primero Vincent pasó cinco años de formación en Holanda, mientras que Theo se mudó a París para trabajar en las oficinas que Goupil tenía allí. Poco a poco comenzó a encontrar una voz personal como artista. A mediados de la década deya había pintado la que se considera su primera gran obra, un cuadro que entonces no suscitó interés alguno.

Los comedores de patatas ver Fig. El resultado es una obra a base de ocres sombríos, grises y azules, con campesinos cuyas manos tienen el color de la tierra y dedos tan rudos como las patatas que comen. EnVincent llegó a la capital francesa y… vive la différence!

Theo le dio a conocer las obras de los impresionistas y Vincent tuvo una revelación. En sus ojos se encendió la luz: de repente empezó a ver colores, muchos colores. Estaba listo. Era demasiado intenso y Vincent comenzaba a tambalearse. Theo sugirió que se tomara unas vacaciones en el campo, en el sur de Francia, y a Vincent le pareció muy buena idea.

Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos con tener un estudio allí: una especie de colonia artística que rivalizara con la que su amigo Gauguin tenía en Bretaña, en el norte de Francia.

Vincent van Gogh, Los comedores de patatas, Vincent llegó a Arlés y allí tuvo una segunda epifanía. Pensaba que había entendido el color en París, pero eso no era nada comparado con la intensidad tonal que producía el orbe de fuego de Dios sobre los campos de Provenza. Vincent había visto la luz. En los catorce meses que pasó en Arlés, pintó cerca de doscientos cuadros, entre los cuales hay obras maestras como La casa amarillaNaturaleza muerta con plato de cebollasEl sembradorCafé nocturnoGirasoles en un jarrónNoche estrellada sobre el Ródano y La habitación Cuando mi hijo mayor tenía seis años, fuimos a una galería de arte en la que también se vendían carteles y postales de arte moderno.

Con la generosidad de un padre en su día libre, me ofrecí a comprarle un cartel y una postal. No recuerdo la postal que eligió, pero sí el cartel: La habitación de Van Gogh Quería que todo en él representara descanso: los colores, la composición, la luz, la atmósfera y el mobiliario. Arlés fue la ciudad favorita de Van Gogh: le parecía que evocaba la sencillez y la belleza del mundo que presentan las estampas japonesas. Nunca resulta aburrido y nunca parece que haya prisa.

El sol estaba en su cénit: también sus sueños optimistas de crear una comuna de artistas.

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Pero de igual modo que ese chico raro del colegio por el que todo el mundo siente respeto, pero al que todo el mundo intenta evitar, muy pocos aceptaron realmente la invitación de unirse a él en Arlés. Paul Gauguin lo hizo. Para la época en la que se produjo la tristemente célebre pelea entre ambos y el episodio de la oreja —se cuenta que, después de una discusión particularmente violenta, Van Gogh se marchó a un burdel y se cortó parte de una oreja— ambos hombres habían logrado sus propósitos.

Es como la primera vez que uno escucha a la Filarmónica de Berlín o acude a Río de Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos en época de carnaval: se añade otra dimensión ante la sensación de estar delante de una gran fuerza de la naturaleza. Cosas de esas dimensiones solo se pueden experimentar sin mediación: uno tiene que estar allí.

En el caso de la Filarmónica de Berlín, es la profundidad del sonido lo que conmociona; en el del carnaval de Río es esa energía lo que no se puede poner en palabras. A unos metros de distancia, algunas de sus obras sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos una cualidad tridimensional.

Cuando uno se acerca, se da cuenta de que Van Gogh ha vertido palas y palas de colores brillantes al óleo sobre su sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos.

Por ello su acercamiento es subjetivo: no pintaba lo que veía, sino cómo se sentía acerca de lo que veía ver Ilustración[5]. Por supuesto que nada surge de la nada, ni siquiera en el caso del alma hipersensible de Van Gogh. Las huellas de este artista, residente en España, pero nacido en Creta —de ahí su nombre: El Greco, por su origen griego— se observan a lo largo de toda la historia del arte moderno.

Su respuesta expresionista a estos temas tan cotidianos, firmemente asentada en su propia experiencia del mundo, fue la fórmula visionaria que hizo que el arte se proyectara hacia el futuro. Tres años después de esta, el artista noruego Edvard Munch pintó su célebre El gritouna obra absolutamente deudora de Van Gogh. Fue después de una visita a París a finales de la década deen la que vio por primera vez la obra del posimpresionista holandés, cuando entendió cómo lograr sus propias ambiciones artísticas.

Ejecutada a finales del modernismo, evoca los futuros horrores y la desazón de los hombres ante la llegada de una nueva era. A menudo se refería a un fotograma del Acorazado Potemkin de Serguéi Eisenstein que se le había quedado grabado. En él aparecía la nodriza que grita en la escalinata de Odessa, con la cara ensangrentada y las gafas rotas.

Él le contestó que no eran sus cuadros los que eran horribles, sino el mundo que los políticos habían creado. Era una pasión. Todos estaban basados en El pintor de camino a Tarascón de Van Gogh El original fue destruido durante la guerra, pero para Bacon en esa obra aparecían dos señas de identidad fundamentales de su héroe artístico. La primera, el estilo pictórico y su paleta de color: su expresionismo. Tenía treinta y siete años y se encontraba en la cima de su creatividad, murió a causa de las heridas que se había provocado al dispararse en el pecho.

Tardó dos días en morir. Junto a él se encontraba su amado hermano Theo. A los pocos meses, este moriría también a causa de un colapso mental y físico producido por la sífilis. Ahora bien, su viejo amigo y atormentador, Paul Gauguin, no lo veía así. Por supuesto. También era un plagiario egocéntrico que abandonó a su mujer y a sus hijos para tontear con las jovencitas de los mares del Sur y, de paso, difundir la sífilis.

Lo publicó. A pesar de todas sus faltas y se diría que ya hemos señalado bastantesera valiente, en lo vital y en lo artístico.

Se necesita coraje para dejar la vida de un corredor de bolsa, coleccionista del arte de los impresionistas, en un intento de unirse al grupo de artistas. Sin embargo, lo que le preocupaba era que ese grupo de artistas a los que admiraba no se tomaran en serio su pintura.

Algo así como un rico que pagara por tocar con los Rolling Stones. No importaba que Monet o Renoir no quedaran impresionados por sus pinturas cotidianas cuando las vieron. Y así era. Si sus brillantes colores suponen un abandono del impresionismo, la elección de sus temas confirman que Gauguin había abandonado completamente el nido. Gauguin vivía por entonces en Bretaña, en el norte de Francia, y allí pintó la Visión después del sermón. En Bretaña no hay campos brillantes de color naranja rojizo; la elección del color obedece a motivos exclusivamente simbólicos y decorativos.

Gauguin había decidido renunciar al realismo en favor de la alegoría dramatizada y el estilo. James Stewart interpreta el papel de George Bailey, un hombre de negocios deprimido que se odia a sí mismo y que ha llegado a la conclusión de que su mujer y sus hijos tendrían una vida mejor si estuviera muerto.

Mira abajo, hacia las poderosas aguas del río, y entonces ve a otro hombre arrojarse a la corriente. Al igual que los campos de color plano, sin sombra alguna idea que Gauguin toma, como muchos otros antes que él, de los grabados japonesesson un antecedente de las ideas expresivas y simbólicas del expresionismo abstracto.

Visión después del sermón supone el momento en que Gauguin pasa de ser un pintor aficionado, un dominguero, a convertirse en una figura importante de la vanguardia. El marchante de arte Theo van Gogh ya había mostrado su interés por el amigo de su hermano. Por entonces a Gauguin se le incluía en el movimiento simbolista, que tenía ya una larga aventura literaria. Los escritores simbolistas entendieron la rama diagonal sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos Gauguin como un claro ejemplo visual de un motivo alegórico: en lugar de convertir un objeto —la rama— en motivo central a través de la pintura, había cogido algo subjetivo — su idea— y lo había transformado en objeto: la rama.

Al igual que el exfumador que se convierte en activista antitabaco, Gauguin, antiguo hombre de negocios, decidió que el materialismo era el mal. Para Gauguin no había medias tintas: si de lo que se trataba era de cambiar el método para que cambiara por completo el arte, entonces el cambio no podía pasar sino por su propia vida.

Solo quiero crear un arte que sea sencillo, muy sencillo. Y, podría haber añadido, abandonar a su mujer y a sus hijos para llevar la vida de un joven estudiante. Estos cuadros son eróticos y exóticos, coloridos y sencillos, modernos y primitivos. Gauguin quería vivir y narrar un modo de vida prehistórico, primordial, liberado de las pompas y la superficialidad del mundo moderno.

Una cierta impericia que queda amplificada cuando intensifica, o sencillamente falsifica, los colores naturales: un truco inexpresivo que Van Gogh y él habían experimentado cuando trabajaban juntos en Arlés.

El resultado fue una serie de pinturas estilizadas y decorativas que evocan un paraíso tranquilo, tropical, realizadas por un artista que se había vuelto nativo. Solo que Gauguin no era un nativo, ni tampoco un campesino. Era un artista in situ: un turista. No te Aha Oe Riripintado en durante su segundo viaje a Tahití, es un típico lienzo sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos este periodo de Gauguin. Una palmera en un plano medio divide el cuadro verticalmente.

Tras él hay una gran choza de paja alrededor de la cual se arremolina un polvoriento camino de tierra, en cuyo borde aparece un parche de exuberante hierba verde.

Completan el fondo flores, plantas, gallinas, pollos y algunas montañas lejanas que contribuyen a la narración del cuadro. En el lienzo aparecen seis nativas. La mujer que la sigue parece mayor y se dobla como para invitar a la joven a entrar. El lenguaje corporal que muestran ambas es lo que justifica el título del cuadro: una mirada agresiva y acusatoria a la que se responde con una pregunta muy cauta.

El simbolismo no parece dejar lugar a dudas. Sin duda. Por ello la pregunta del título resulta bastante retórica. El cuadro es una elegía por un modo de vida antes incorrupto que Gauguin contempla en un proceso de veloz degradación y destrucción a manos de sus propios compatriotas.

No podemos poner en duda la sinceridad de sus sentimientos, pero, como sucede siempre con este artista dotado, innovador y brillante, son bastante contradictorios. Ello requiere tiempo, hasta que el talento de un individuo se desarrolla lo suficiente como para que surja una marca de estilo reconocible.

Una vez que eso sucede, en el momento en que un artista encuentra su voz, es cuando puede entablarse una conversación con el espectador: se asumen supuestos y se afianza una relación. Gauguin consiguió llegar a este punto en un intervalo de tiempo admirablemente breve, lo que da fe tanto de su habilidad como de su inteligencia.

En un cuadro de Gauguin uno puede concentrar la mirada en un centenar de lugares diferentes. Sus cuadros y esculturas generan un atractivo inmediato, pero, en el fondo, son sorprendentemente complejos. Son dramas psicológicos que ponen de relieve la melancolía y el trauma que afectan a sus personajes; que nos afectan, en el fondo, a todos nosotros.

Se rebeló contra el impresionismo y devolvió el arte al terreno de la imaginación, por lo que generaciones de artistas tendrían que estarle agradecidas. No sé muy bien qué es lo que se califica de tal manera, pero sí que estoy seguro de que Jonathan Ive lo es.

Es el responsable del iMac, el iPod, el iPhone y el iPad. Ha logrado que los productos menos sexys del planeta —ordenadores y discos duros— pasen a ser objetos de deseo. Con sencillez. Esa sencillez no es simplicidad ni facilidad. La clase de sencillez que Jonathan Ive ha incorporado a los productos Apple requiere un disco duro cerebral de varios billones de gigas y la testarudez de un maniaco. Es la clase de sencillez que los artistas del siglo XX han perseguido con sus desvelos.

Es el problema que también sacó de quicio a Georges Seuratel tercero de los cuatro posimpresionistas que vamos a tratar aquí. Era un hombre tan serio como Van Gogh, pero menos emotivo, y totalmente opuesto a Gauguin, el exaltado vividor. Le siguió Van Gogh, cuyo suicidio a los treinta y siete años dejó a Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos devastado. Seurat trabajaba duro. Era un artista que se tomaba la vida y el arte muy en serio. Su padre fue un hombre bastante peculiar que llevaba una vida secreta y separada de su familia, que residía en París.

No era un hombre sociable y es posible que Georges heredara alguna de las rarezas de su padre, que era muy celoso de su intimidad y prefería estar solo, al margen del ajetreo de la vida urbana.

Seurat no tenía nada que ver con la noción de andar dando saltos al aire libre y acabar un cuadro en una exhalación, antes de pedir la primera ronda de absentas de la noche. A diferencia de Monet, tenía muy poco interés en captar la inmediatez; por el contrario, su intención era captar la intemporalidad.

Para Seurat, los impresionistas pintaban cuadros que parecían un amasijo de telas tiradas por el suelo sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos orden ni concierto, y él creía que había que doblarlas y ordenarlas en montones. Su intención fue infundir el orden y la disciplina en el impresionismo: adoptar sus innovaciones en el campo del color y codificarlas, darle una mayor rotundidad a las formas y desarrollar una metodología científica para plasmar esa idea de objetividad.

Digamos que salpicó con fuerza. No por su tamaño monumental, dos metros por tres, ni por la edad que tenía por aquel entonces Seurat, veinticuatro años. Ambientada en un templado día de verano, la pintura, muy atmosférica, muestra a un grupo de trabajadores y de jóvenes, todos ellos de perfil, descansando en la ribera del Sena.

Pintó el cuadro en un sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos figurativo claro, sin ninguna de las neblinosas ambigüedades que tan a menudo aparecen en las obras de los impresionistas. Durand-Ruel se llevó el cuadro a Estados Unidos como parte de su exitosa exposición de Obras en óleo y pastel de los impresionistas de París.

Se trata de una descripción bastante severa. Para alguien sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos joven, el hecho de que una obra suya estuviera entre las de los impresionistas, reverenciados y tan de moda por entonces, era un logro importante. Y también lo era la propia Bañistas en Asnières.

Representa el comienzo del periplo artístico que Seurat estaba iniciando y que terminaría en su célebre puntillismo también conocido como divisionismoes decir, pinturas hechas a partir de la aplicación en el lienzo de innumerables puntos de pigmento puro. A Seurat le agradaba ese clima; también creía que todo se podía explicar de manera científica, incluso el arte.

En ella, el gran científico explica cómo la luz blanca que pasa por un prisma y se dispersa se separa en un espectro de siete colores. Era un truco que había aprendido de los libros de teoría del color. Manet, Monet, Pissarro y Delacroix ya lo sabían, y por ello nunca mezclaban colores opuestos en sus paletas, sino que los aplicaban directamente sobre la tela para que pudieran juntarse sin mezclarse. Seurat tenía su propia teoría.

La idea es que, cuando miramos un punto rojo, verde o azul, no vemos solo la marca física, sino la aureola que la rodea. Como suele suceder en cuestiones pictóricas, Leonardo da Vinci fue el primero.

Cuando hace quinientos años pintaba sus obras maestras, comenzaba dando a la superficie una imprimación blanca sobre la que añadía gradualmente leves capas de pintura. Seurat se afincó en este método de pintar mediante puntos.

Sus pequeños toques de color no se superponían ni se mezclaban entre sí: esa es la labor que llevan a cabo los ojos del espectador. Imprimaba sus lienzos con una pintura blanca brillante que servía para incrementar la luminosidad de los pigmentos puros de color dispersos y dotar a sus cuadros de una superficie titilante y vibrante.

Muestra al francés de ojos pequeños y brillantes en la cima del puntillismo, aunque apenas estaba a la mitad de su tercera década de vida.

Tiene la mano izquierda apoyada en la cadera mientras que en la derecha sujeta una modesta caña de pescar. Casi todos ellos se protegen del sol con sombreros, parasoles o ambos.

Es una escena cautivadora, fascinante, pero no ajena a complicaciones. El resultado del puntillismo de Seurat, en este punto, resulta interesante e inesperado. Pero todos esos parisinos, paseando en un domingo soleado, bien vestidos, a quienes Seurat ha pintado punto por punto, no resplandecen tanto.

La obra maestra de Seurat provoca una impresión tan surrealista y desazonadora que haría sonreír al cineasta David Lynch.

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Es ya una pintura posimpresionista. Hay algo de Jonathan Ive en el arte de Seurat. Cuando uno capta el arte de Cézanne, el resto cae hecho añicos. Las pinturas algunas al óleo, otras impresiones de iPad resultan tan fascinantes como excitantes.

Señala con un dedo acusador a ese gran monstruo en todas sus encarnaciones: fotografía, cine y televisión. Es el resultado de una gran cantidad de información acumulada, experiencia, apuntes y un estudio del espacio que aparece plasmado en los colores, la composición y la atmósfera final de la obra de arte.

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Podemos contemplar la misma vista, pero no veremos lo mismo. Vemos lo que consideramos interesante e ignoramos aquello que no nos lo parece. Es por eso por lo que prefería pintar cosas que no se movieran: motivos que pudiera mirar durante un buen rato y que le permitieran hacerse una idea correcta acerca de lo que estaba viendo. Para Cézanne, la exactitud era una reflexión certera sobre un tema observado rigurosamente. Era un asunto que le atormentaba.

Si este hubiera sido el límite de su investigación, Cézanne habría seguido formando parte del movimiento impresionista del que había sido miembro sus cuadros formaron parte de la primera exposición impresionista de Semejante intuición filosófica vincula el final de la Ilustración y la era de la razón con el modernismo del siglo XX, y en el caso de David Hockney, con el siglo XXI. Fue una intuición que cambió el arte, pero al igual que sucede con varios destellos de genialidad, la revelación de Cézanne no era solo sencilla, sino sangrantemente obvia.

Los seres humanos, razonaba Cézanne, tenemos una visión sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos tenemos dos ojos. Cuando examinamos un objeto, lo rodeamos: estiramos el cuello, nos inclinamos hacia un lado, hacia delante y nos alzamos. Ese, dedujo Cézanne, era el problema que aquejaba al arte de su época y del pasado: fallaba a la hora de representar el mecanismo real de la visión: no existe una sola perspectiva, sino al menos dos. La puerta al modernismo estaba abierta. Fijémonos en Naturaleza muerta con manzanas y melocotones ver Ilustración[9].

Junto a la fruta, cubriendo las dos terceras partes de la parte superior de la mesa, hay una tela de algodón drapeada, posiblemente una cortina, estampada con flores azules y de un tono intermedio entre el marrón y el amarillo. Bastante tradicional, por lo que se puede ver. Pero entonces comienza la revolución artística. Cézanne ha pintado la jarra desde dos perspectivas diferentes: una de perfil a nivel de los ojos y la otra desde arriba, mirando por su cuello.

Si las reglas de la perspectiva, tal y como las establecieron en el Renacimiento, se aplicaran, la fruta rodaría por la mesa y caería al suelo. Sin embargo, si bien la perspectiva ha desaparecido, se ha ganado en veracidad: así es cómo vemos. Al levantar la superficie horizontal de la mesa en dirección al espectador, Cézanne incrementa la cantidad de información visual a expensas de la ilusión de tridimensionalidad espacial. Para Cézanne, pintar elementos concretos y añadir colores es como generar notas musicales que se combinan con esmero para producir una melodía armónica: cada pincelada lleva a la siguiente y, por ello, operan de forma concertada.

Es un método que requiere una buena planificación. Cada manzana, cada pliegue es el resultado de una decisión que se va incubando durante un periodo de meticulosa preparación por parte de un artista que busca crear una composición tan rítmica como racional. Cuando es Cézanne el que se sirve de ellos, el contraste del lienzo emerge irradiando una convincente riqueza tonal. Hay franjas de tela estampada en azul y amarillo: las decoraciones azules de la vasija sobre las que se apoyan la manzanas amarillas; asimismo, hay pequeños toques de ese sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos azul que Cézanne ha puesto en la superficie de la mesa.

Naturaleza muerta con manzanas y melocotones es un cuadro en el que se ve con claridad cómo Cézanne cambió el arte para siempre. Sus investigaciones acerca de los mecanismos reales de la visión le llevaron a un nuevo descubrimiento, que conduciría a la pintura al revolucionario y polémico lugar del arte abstracto.

Seurat se alejó de él porque deseaba encontrar un arte basado en la disciplina y la estructura. Van Gogh y Gauguin lo abandonaron porque se sentían cohibidos por su insistencia en pintar la realidad objetiva. Cézanne, en cambio, consideraba que el impresionismo no era suficientemente objetivo. Sus inquietudes no eran muy distintas a las de Degas y Seurat, que consideraban que la obra de Monet, Renoir, Morisot y Pissarro era bastante pobre sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos carente de estructura y de sentido de la solidez.

Fuera cual fuera la pregunta, Cézanne consideraba que era la naturaleza la que contenía la respuesta. Consideraba a los grandes maestros, como Tiziano, muy superiores a los impresionistas en composición, estructura y forma, pero también consideraba que la obra de Leonardo y compañía carecía de plausibilidad pictórica. En comenzó su aprendizaje con los impresionistas. En otras sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos, cualquier pintor con talento puede falsificar un paisaje, pero una representación precisa de la naturaleza sobre un lienzo requiere el esfuerzo de plantarse frente a ella.

Día tras día, desde el amanecer al atardecer, se sentaba frente a una montaña o el mar de su Provenza natal y pintaba lo que veía. Resultó ser un reto mucho mayor de lo que parecía al principio. Fue un milagro que no terminara en un sanatorio mental como Van Gogh, que vivía cerca de su casa en Provenza, pero Cézanne no estaba hecho de la misma pasta que su colega holandés. Père Cézanne era un hombre rico y triunfador que sabía mucho acerca de cómo desenvolverse en el mundo.

No le gustaba nada la idea de que su hijo quisiera ser artista: eso no era un trabajo. Intentó que el testarudo muchacho estudiara para abogado. El padre, a regañadientes, ayudó a pagar los estudios artísticos de su hijo y sus años de formación como artista. No fue hasta el fallecimiento de su padre enlo que dejó a Cézanne con una gran cantidad de dinero y con la propiedad de Aix, cuando el artista encontró finalmente algo de calma y convirtió Provenza en su lugar de residencia.

La montaña de Sainte-Victoire domina el paisaje local: una gran montaña solemne, visible desde varios kilómetros a la redonda. El modo en que Cézanne eligió representar este precioso motivo dependía de su humor.

Mientras que Van Gogh expresaba sus sentimientos acerca del motivo que pintaba mediante la distorsión, Cézanne lo lograba a través del dibujo y el color, como se puede ver en su obra Montaña de Sainte-Victoire ca. En esta ocasión Cézanne decidió pintar la vista desde el oeste de Aix, cerca de su casa familiar. Esto era lo que quería decir cuando decía que expresaba sus sensaciones a través de la línea y el color. No ha dibujado la montaña de Sainte-Victoire bajo una perspectiva precisa, sino que la ha puesto en escorzo para reflejar que tanto psíquica como visualmente era el motivo principal.

Con su técnica de la doble perspectiva, sus composiciones armónicas y el modo en que remarcaba determinados elementos elegidos subjetivamente, había solucionado algunos de los problemas para llegar a representar de modo certero la forma en que opera nuestra percepción visual. Bernard había trabajado con Gauguin en Pont-Aven, en Bretaña, donde los dos artistas habían reñido después de que Bernard hiciera un comentario muy razonable acerca de cómo Gauguin le había robado su estilo y sus ideas.

Maurice Denisun joven artista francés, intentó explicarlo diciendo que un cuadro puede ser juzgado conforme a unos criterios distintos a los del tema que representa. En esos casos, el artista pedía que su trabajo fuera apreciado conforme a la declaración filosófica de Maurice Denis antes citada.

Ha construido una estructura de líneas paralelas horizontales, con los campos, el viaducto del tren, los tejados de las casas y en el punto en que las granjas se pierden y comienzan las laderas de la montaña. Se puede demostrar sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos teoría con tan solo tapar con la mano el tronco. Si se hace, se experimenta la desaparición del espacio tridimensional. Estas siguen y repiten la forma de la cresta de la montaña, pero si se quita el tronco, las ramas parecen formar parte del cielo.

Sin embargo, hay una rama que sale a mitad del tronco que resulta extraña. Cézanne se sirve de sus hojas para fusionar el primer plano y el fondo, para salvar una distancia de trece kilómetros con solo unas pocas líneas paralelas y diagonales de verde. Ha fundido tiempo y espacio superponiendo e integrando diferentes planos de color en una técnica conocida como passage una técnica que conduce al cubismo.

En el momento de su muerte, la puerta se balanceaba sobre sus bisagras. Sus ideas acerca de una retícula y de la simplificación de los detalles en formas geométricas aparecen en la arquitectura de Le Corbusier, los diseños angulares de la Bauhaus y la obra de Piet Mondrian. Cézanne falleció, en octubre dea los sesenta y seis años, de las complicaciones ocasionadas por una neumonía que contrajo después de que una tormenta le sorprendiera en el sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos pintando.

Su dedicación al arte fue total e inquebrantable. Por el año se había ganado una especie de estatus casi mítico. En parte debido a su autoexilio en Aix y a su falta de interés y necesidad de vender sus cuadros, aunque cuando llegaban a París se vendían muy bien.

Enel Salón de Otoño abrió con la exposición Homenaje a Cézanne. Fue un shock. La palabra da por supuesta una ausencia de evolución en esas culturas y en el arte que producen. En lo que respecta al arte moderno, sabemos que Gauguin fue de los primeros en adoptarla. La enamorada pareja del cuadro podría haber sido pintada en el muro de una cueva, por la bidimensionalidad de la imagen y su aspecto intemporal.

El fondo de lo que parece ser un abrazo ritual es plano, de color de bronce y perfecto, como el mundo en el que habitan. Los jóvenes artistas que vivían en el París de fin de siglo consideraban que esos tótems tallados en madera tenían una sencillez y una rotundidad que ellos no eran capaces de lograr, ya que sus impulsos primarios habían sido adiestrados por quienes los habían educado en materia artística.

Había sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos un día bastante caluroso y el artista intentaba refrescarse tomando unos vinos como recompensa tras haberse pasado unas horas pintando al aire libre. Estaba en lo cierto. Henri Matisse y André Derain quedaron impresionados.

Los tres artistas compartían su admiración por la vívida paleta de Van Gogh y los gustos primitivistas de Gauguin. Descubrieron un sol tan brillante y unos colores tan vivos que su entusiasmo estuvo a punto de conducirlos a una sobreproducción artística: realizaron cientos de cuadros, dibujos y esculturas. Sus cuadros eran emocionalmente desinhibidos y tremendamente coloristas, y transmitían de modo atronador el mensaje iridiscente de que el mundo era un lugar maravilloso.

Prescindió de los colores naturales, la perspectiva y el realismo, para captar lo que sintió que era la esencia del puerto. En lugar de una franja dorada de playa sembrada de barcas, Derain pinta la tierra con un rojo flamígero para dar cuenta del calor que abrasa la superficie. El resultado es un cuadro muy evocador que no le muestra a uno Collioure, le deja sentirlo. Se servían del color como un poeta se sirve de las palabras: para revelar la esencia del tema.

Cuando Matisse y Derain regresaron a París, enseñaron a Vlaminck lo que habían estado haciendo. Al poco tiempo pintó El Restaurant de la Machine en Bougival ca. El paisaje muestra el elegante pueblo del oeste de París en una tarde sofocante. En la mirada de este artista, las sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos de Bougival estaban realmente pavimentadas con oro: con pintura dorada. Mientras, el agradable verde del pueblo se ha convertido en sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos deslumbrante damero de naranjas, amarillos y azules.

El efecto general es como una descarga eléctrica para el ojo. Vlaminck usa la pintura sin mezclar, directamente del tubo, para generar una imagen de un cromatismo sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos que exprese sus sensaciones extremas.

Es cierto. El Restaurant de la Machine en Bougival es un cuadro sobre la vida real, pero no tal como nosotros la conocemos. Matisse, que tenía cierta influencia sobre el comité, insistió en que no solo iban a participar en la exposición, sino que serían expuestas en la misma sala, para que el visitante pudiera sacar provecho del impacto de conjunto de su radiante paleta.

La reacción ante sus esfuerzos no fue la esperada. Hubo quien quedó boquiabierto por esa exuberante saturación de color, pero no fue el caso de la mayoría. Derain, Matisse y Vlaminck no habían iniciado un movimiento, y carecían de manifiesto o de agenda política. Sin embargo, en Matisse precisamente, no hay nada vulgar ni chabacano. Ese no es precisamente el modo en que se sintieron los visitantes del Salón de Otoño dey fue precisamente una de las obras de Matisse la que causó mayor revuelo.

Ahora bien, Matisse no se pasó de la raya, pues en realidad no dibujó ninguna. Había empezado de una manera bastante convencional, pintando a su mujer vestida con un traje elegante, típico de los distinguidos miembros de la burguesía francesa. Su estilosa mano enguantada sujeta un abanico, mientras que su hermoso pelo color caoba se encuentra oculto por un sombrero muy elegante. Hasta ahí, bien. Madame Matisse tendría que haber estado encantada, pero lo que vio al final del proceso no le gustó mucho.

Tiene colorido. Pues sí. No, ni por asomo. Si Matisse hubiera pintado un paisaje de esa manera, habría causado revuelo, pero retratar así a una mujer era un ultraje. Los salones eran los lugares para ver y ser visto. Leo era crítico de arte y coleccionista y Gertrude, una escritora y una intelectual con carisma. Juntos atesoraban una colección increíble de arte moderno y poseían una influyente red de contactos. No solo fueron figuras de referencia entre la intelligentsia de la ciudad, sino que actuaron como agitadores artísticos en su círculo.

Los espoleaban y los animaban con sus palabras y comprando sus obras, incluso cuando no estaban muy convencidos de la valía de estas. La compra demuestra la confianza que tenía Stein en sus amigos artistas y en su criterio.

Afortunadamente para los Stein, tenían un apartamento bastante grande, con espacio suficiente para dar rienda suelta a su pasión. La alegría de vivir representa la quintaesencia del fauvismo. En los dos cuadros se ve a un grupo de danzantes alegres, con una pareja recostada en primer plano. Ah, y en ninguno de los dos cuadros nadie lleva ni pizca de ropa encima: la semejanza es considerable. Excepto por el hecho de que la versión de Matisse muestra los colores de un caramelo con figuras apenas delineadas y retozonas.

Es una obra muy personal que muestra la llegada de Matisse a su madurez, no solo como gran colorista, sino como un dibujante magistral. La desenvoltura y la elegancia de las líneas son un regalo para la vista.

Los dos hombres eran extremadamente cordiales uno con el otro, pero en su fuero interno mantenían una competencia encarnizada y se las arreglaban como podían para no perder de vista lo que andaba haciendo el otro. Pablo Picasso y Henri Matisse no tenían nada que ver entre sí. Picasso venía de la costa sur española, Matisse del frío norte de Francia: cada uno tenía un temperamento acorde con su lugar de origen. Cuando Picasso vio la pintura fauvista de Matisse Mujer con sombrero, contestó con el Retrato de Gertrude Stein Picasso se ha servido de una paleta de tierras, mientras que Matisse pinta con vivos verdes y rojos que tampoco tienen el mismo aire de espontaneidad.

Allí se encontró con Matisse. Cuando se adelantó para darle la mano a su compañero artista, vio que el pintor fauvista llevaba algo escondido bajo la ropa. La mirada aguda de Picasso y su astucia le hicieron sospechar. Nada, nada —respondió Matisse con escasa convicción. Picasso le tendió la mano como un profesor de colegio cuando le confisca un juguete a un niño. Matisse, al darse cuenta del estado en el que se encontraba el español, intentó quitarle importancia.

Picasso se detuvo durante varios minutos a estudiar la cabeza de madera sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos un negro que Matisse le había entregado. Al rato, se la devolvió. Picasso se levantó y caminó hacia la ventana sin decir palabra. Picasso sonrió, se excusó y abandonó la casa. No era su intención comportarse de manera tosca con Matisse, solo sucedía que se había quedado mudo, completamente acongojado por lo que había visto.

Tenía poderes extraños y oscuros que eran desconocidos e incontrolables. No tenía miedo, ni frío interior, sino calor y una sensación de vida que le bullía por dentro. Esto es, pensó Picasso, lo que el arte debería transmitir. Después de algunos consejos por parte de Derain, su mente vio claro lo que tenía que hacer. Me quedé. Estaba asustado y creía que esos artefactos encerraban misteriosos y peligrosos fantasmas.

Es lo que sucedió entonces. Mientras disfrutaba de la hospitalidad y del mecenazgo de los Stein, Picasso se lo pasaba bastante bien en su estudio de Montmartre.

Allí celebraba fiestas con sus amigos y cenas para apoyar y promover la carrera de otros artistas amigos. Una vez dio un banquete en homenaje a uno que le era particularmente querido… —Merde!

Había sido un error suyo y sabía que no podía echarle la culpa a nadie. El pequeño español, cuya fama estaba empezando a crecer, miró alrededor de su destartalado estudio en busca de inspiración: un don del que no solía carecer en absoluto. Pero ese día no la tenía. Era una oscura tarde de noviembre, la presión era elevada y había muchas expectativas puestas en él.

En dos horas, la flor y nata de la vanguardia parisina subiría la pendiente de Montmartre, al norte de París, con la esperanza de ser agasajada con una buena cena y una noche de fiesta. Se suponía que iba a ser una noche para el recuerdo. Picasso había encargado la comida para dos días después y era demasiado tarde.

Merde, realmente. Incluso si la noche era un desastre, estaba seguro de que se lo pasarían bien. Se acordarían con hilaridad de la noche en la que el invitado de honor de Picasso, el artista Henri Rousseaude sesenta y cuatro años, llegó esperando encontrarse una alfombra roja en el suelo que le condujera al interior de un banquete en su honor, pero, a cambio, se encontró con que el banquete había sido cancelado y los invitados andaban bajando la cuesta que les conducía al Moulin Rouge.

Henri Rousseau era un hombre sencillo, sin apenas educación, que desprendía un aire de inocente ingenuidad. Como sucede con la mayoría de los apodos, este tenía un tono cariñoso pero burlón. La idea de que Rousseau pudiera ser un artista era simplemente ridícula. Los artistas tendían a ser bohemios o individuos con mentalidad académica preocupados por solucionar sus problemas artísticos, o ambas cosas.

Rousseau no encajaba en ninguna de esas categorías. Era un sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos corriente: de mediana edad, sin características físicas relevantes, que vivía una existencia monótona entre individuos como él. Los recaudadores de impuestos excéntricos de cuarenta y tantos años no se convierten en superestrellas del arte moderno.

Hasta que comenzó a cantar. En ese momento los cínicos descubrieron que tenía un gran don: no solo una voz hermosa, sino la capacidad de interpretar una canción con sinceridad, una capacidad que provenía, precisamente, de su ingenuidad. No había un Factor X en la época de Rousseau, pero existía un equivalente. EnRousseau se animó a presentar su obra. La cosa no salió bien. Rousseau fue el hazmerreír de la exposición. Su cuadro Tarde de carnaval fue objeto de un ataque atroz.

El tema no era lo peor: una pareja vestida con disfraces de carnaval camina a través de un campo arado en una noche ventosa. Sin embargo, la falta de destreza técnica de Rousseau se convirtió en su mayor virtud estilística: un cruce entre las ilustraciones que se ven en los libros para niños y la claridad bidimensional de las xilografías japonesas. Era una combinación extraordinariamente poderosa, que daba a sus pinturas vigor y originalidad.

En había abandonado su trabajo de inspector de aduanas para dedicarse en cuerpo y alma a su carrera artística. Presentó su obra León hambriento atacando a un antílope ver Ilustración[12] en el prestigioso Salón de Otoño.

Técnicamente seguía siendo un inepto. Es una de las varias obras que tienen la selva como tema: en el centro aparece un depredador que lucha con su desdichada víctima en una jungla exuberante de hojas exóticas, hierba y flores. Al Aduanero le encantaban las fantasías: era un soñador, un ser imaginativo al que le hacía feliz seguir perpetuando la idea de que estos cuadros habían sido inspirados durante la época en la que había estado en México luchando con los hombres de Napoleón III contra el emperador Maximiliano.

No obstante, sus figuras estilizadas tenían algo que atraía al español y a su círculo de amigos. Se trataba de la inocencia inmadura de los cuadros de Rousseau. Las intuiciones de Picasso se habían visto acrecentadas después de cruzarse con el Retrato de una mujerla obra de Rousseau que se había convertido en la razón de ser del banquete.

No la encontró en una galería de arte, ni en un Salón, sino que se dio de bruces con sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos en una almoneda de la Rue des Martyrs, en Montmartre. El cuadro representa un retrato de cuerpo entero de una mujer de mediana edad que mira fríamente a la derecha del espectador.

Lleva un vestido largo negro con un cuello de encaje azul claro y un cinturón.

SULLI EX MIEMBRO DE F (X) GENERA POLÉMICA CON SUS FOTOS

Rousseau la emplaza en lo que parece ser una vivienda burguesa parisina, con una cortina ricamente coloreada, apartada para revelar las numerosas plantas que hay en el poyete del balcón. Picasso puso el cuadro en un lugar preferente en su estudio para el banquete en honor de Rousseau, quitando su colección de objetos africanos.

Quedaba muy bien, pero seguía sin tener comida que ofrecer al ejército de vanguardistas que estaba a punto de llegar. Entretanto, Fernande Olivier preparó un arroz con lo que fue encontrando en la cocina, así como un plato de embutidos.

Mientras ella cortaba y removía frenéticamente, el sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos de Picasso y también artista Juan Gris se apresuraba a vaciar su estudio, que se encontraba junto al de Picasso, para que los invitados pudieran dejar allí sus abrigos y sombreros. El evento lo tenía todo para convertirse en un fracaso, pero como solía sucederle a Picasso, se convirtió en una noche mítica.

Apollinaire llamó a la puerta del estudio con su habitual teatralidad, luego la abrió con lentitud y, cortésmente, hizo pasar al atónito Rousseau. Con una mezcla de orgullo y embarazo, el pintor de escenas de selva y de paisajes de los extrarradios caminó hasta el trono que Picasso le había preparado y se sentó. El hecho de que, hasta cierto punto, todo el evento era una broma afable a su costa le pasó completamente desapercibido.

Se dice que una vez pensó en voz alta que le había llevado cuatro años pintar como Rafael, pero que pintar como un niño le había costado la vida entera. En ese aspecto, Rousseau era su maestro. El grupo de Montmartre, que le había acogido en su seno como forma de divertirse, quedó profundamente entristecido por su muerte.

Delaunay, su mujer, el señor Queval y yo; deja que nuestro equipaje entre sin costas a las puertas del cielo; te llevaremos pinceles, telas, colores a fin de que, en la luz real, consagres tu ocio sagrado a pintar, como cuando hiciste mi retrato, la faz de las estrellas.

Ambos hombres eran unos inadaptados. Las semejanzas no se detienen aquí: a ambos artistas les encantaba envolverse a sí mismos en una falsa mitología propia. No había patrullas de carretera que confirmaran o negaran la realidad de tal viaje; lo que sí sabemos es que provenía de una familia lo suficientemente rica como para enviarlo a una escuela de arte en Bucarest y para costearle el viaje a Francia.

Dentro de estas había ornamentos toscamente tallados y se escuchaban sermones que provenían de las narraciones locales, recuerdos que dejaron huella en él y en su trabajo. Llevaba zuecos, blusones, batas blancas y una espesa y negra barba desaliñada que con el tiempo encaneció. Para la vanguardia parisina no había lugar a dudas acerca de su talento como escultor desde el mismo momento en que sus exhaustos pies llegaron a la capital de Francia en Se le buscaron escuelas de arte caras y contactos con artistas reconocidos para que trabajara como aprendiz.

Sin embargo, Brancusi se sentía frustrado: consideraba que la escultura todavía era demasiado literal y podía mejorarse tanto en términos estéticos como productivos. Siempre surgían comentarios maliciosos cuando la gente se enteraba de que Rodin no hacía realmente todo el trabajo. Él hacía un modelo con lo que quería y luego se lo entregaba a unos artesanos de taller para que lo fundieran.

La posición general de Brancusi fue clara: lo que importa es el resultado final, no el proceso de producción. No obstante, su forma personal de hacer las cosas consistía en ocuparse de todo. A diferencia de Rodin, él sí tomó las sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos completas de su trabajo y frecuentemente eliminaba el proceso de generación de un modelo para tallar directamente sobre el material que hubiera elegido —piedra o madera— para producir una escultura.

Uno de los mayores logros de la famosa escultura de Rodin El beso ver Fig. Cuando Brancusi completó su obra El beso ver Fig. Auguste Rodin, El beso, Pues no: era el París de la primera década del siglo XX. Brancusi desafía la convención sirviéndose de un material basto y retratando a gente corriente.

Asimismo hay un manifiesto implícito: hacer escultura con la humildad del artesano, no con la grandeza de un artista. Tercer capítulo Todas las verdades pueden ser percibidas claramente, pero no por todos, a causa de los prejuicios. Y Ofelia, en Salzburgo, donde hoy se iniciaba el festival mozartiano con Cosí fan tutte. Dolencia molesta, pero sin gravedad mayor —aclaró Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos. Y bien sabido era que lo moral influía en lo físico, puesto que el dolor es tanto mayor si centramos nuestra mente en una idea de dolor, porque, en fin, los psicólogos modernos, lo mismo que Epicuro, habían dicho, etc.

Y, tomando por fin un auto de capota abierta, se hizo conducir a la Rue de Tilsitt. Llamó por teléfono al Quai Conti de los gratos conciertos: la señora no estaba en casa. Y colgó. Y después de que una camarera le dijese que su amo acababa de marchar a Italia, sonó la voz del poeta, desmintiendo lo dicho, para largar tremebundas invectivas contra los acreedores que lo tenían literalmente sitiado en su casa. Sitiado, era la palabra: como una manada de erinias, de euménides, de furias; como canes de Hécate, estaban ahí, a todas horas, apostados en el bistrot de enfrente, en el tabac de la esquina, en las panaderías cercanas, vigilando, mirando hacia su puerta, esperando que él saliera, para arrojarse sobre él, y destrozarlo, lacerarlo, con sus feroces exigencias de dinero.

Pero estaba inquieto y desconcertado. Algo ocurría. Y las mujeres combatientes, obligadas a correr desnudas, a bayonetazos en el lomo, por las calles de la ciudad. Y las otras, violadas en amparo de templo. Y las otras, tumbadas en corrales. Ni mañana, pues estaba comprometido con Gabriel Fauré. Lo sentía muchísimo… Abrumado, el primer Magistrado cayó en su hamaca, diagonalmente colgada de las argollas que, meses antes, había mandado a fijar en dos esquinas de su habitación.

No estaba irritado, siquiera, con el Cholo Mendoza, que bien podía haberle dicho. Pero todo se le venía abajo. Monsieur Musard estaba como de sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos talante. Su mujer no salió a saludarlos. Y, a juzgar por las miradas, aquellos dos, de gorra, que se hallaban en el otro extremo del bar, hablaban de él. En todos los cafés tenían los mozos una rara expresión. Al fin, necesitado de alivio en su zozobra, el Primer Magistrado, luego de consultarlo con Peralta, se presentó inesperadamente en la casa del Ilustre Académico, que tantos favores le debía.

El Poder entrañaba tremebundas obligaciones —afirmaba el amigo. Todo se explicaba —y volvía a Felipe II, al Duque de Alba, pasando ahora a la América de Cortés y Pizarro— por la sangre española, la herencia del temperamento español, la inquisición española, las corridas de toros, las banderillas, la capa y el estoque, los caballos destripados entre lentejuelas y pasodobles. Nosotros habíamos recibido esa sangre en las venas; era una fatalidad. Los periódicos de la época —los de Versailles, desde luego— predicaban la santa cruzada burguesa de la matanza y el exterminio.

Tristement vrai. Entretanto, Peralta encerraba al Académico en un ruedo de molestas consideraciones: por lo mismo que aquí sonaban los alejandrinos de Racine y tanto se sabía del Discurso del Método, ciertas barbaries resultaban inadmisibles.

Miraba las cosas sin verlas —los retratos, los libros antiguos, un grabado de Granville. Las gentes dirían que el periódico se había vendido a quien poseía —como era sabido— una enorme fortuna. En este cabrón verano no pasaba nada. Viéndolo desplomado, en un estado de desconsuelo que le abovedaba el lomo y le vaciaba la mirada, el Ilustre Académico le ofreció, en largo estrechón de la mano izquierda, el calor de su amistad, y, como quien hace confidencias a media voz, le habló de una posible contraofensiva.

La prensa francesa —triste le resultaba confesarlo— era de una tremenda venalidad. Mientras otras naciones jóvenes del Continente naufragaban en el desorden, aquel pequeño país se erigía en ejemplo, etc. Porque, ahora, la casa de la Rue de Tilsitt era objeto de una verdadera invasión, desde temprano hasta después de anochecido. Elogios de nuestras instituciones científicas; elogios del Primer Magistrado, autor del sensacional hallazgo; agradecimiento por haber hecho tan valioso obsequio a un museo de París.

Pero la Momia no llegaba. Buscando nuevos temas, estudiaba Peralta los casos de apariciones de la Virgen en el mundo, para relacionarlos con nuestro culto a la Divina Pastora —tema este que podía interesar a los lectores de publicaciones católicas… Y en ese desconcierto se estaba cuando sonó el pistoletazo de Sarajevo, seguido de los disparos que, en el Café du Croissantmataron a Jaurès.

En todas partes se hablaba de lo mismo. Unos decían sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos la guerra sería breve y que pronto llegarían los ejércitos franceses a Berlín. Otros decían que sería una guerra larga, dolorosa, tremenda. Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos armas modernas eran demasiado caras; no había país que pudiese hacer frente a los gastos de mantenimiento de ejércitos que ahora sumarían millones de hombres.

Porque todo el mundo nos vuelve las espaldas. Estamos hundidos. Le volvía el movimiento; ya la articulación del codo no lo hacía sufrir. O, al menos, no tenía muestras de ello. Nadie lo había llamado por teléfono para comentar favorablemente alguna publicación —salvo su sastre, su barbero, desde luego. Las gentes que le interesaban estaban de vacaciones —vacaciones juiciosamente prolongadas en expectación de los acontecimientos.

Se sentaban ambos en la terraza del Pré-Catelan, añorando las gracias y frivolidades de otros tiempos, aunque el Primer Magistrado, pasando del monólogo íntimo a la confesión a medias, se diese a considerar repentinamente esta guerra, ante la creciente sorpresa de Peralta, con óptica de moralista un tanto amargo y admonitorio.

Las naciones entregadas al lujo y la indolencia —decía— se ablandaban y perdían sus virtudes fundamentales. Y a Francia le vendría bien un sacudimiento, una terapéutica de emergencia, un shock, para sacarla de un autosuficiente letargo.

Harto engreída, necesitaba una lección. Nada que fuese extraño a su país interesaba al francés, convencido de que existía para hacer las delicias de la humanidad.

Ahora sabríase aquí lo que era un pueblo fuerte, metódico, disciplinado, ascendente. À Berlin! Siempre atento a los decires de esa peña, recogiendo el parecer de cada cual, traía el Cholo Mendoza informes que correspondían a las intuiciones del Primer Magistrado. En las calles sonaban voces muy distintas de las que henchían los artículos de Barrés, de Déroulede, y otros Tirteos de la energía nacional: se hablaba de sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos perdidos, sin mando ni oficiales, que, llevados a sectores donde nada ocurría, no sabían si quedarse ahí, avanzar o retroceder.

Por fin podíase discutir, polemizar, conjeturar, objetar insultar a Von Tirpitz, criticar la neutralidad italiana, burlarse de los turcos…de acuerdo con tendencias que eran semejantes en todos los países del continente.

A juzgar por la rapidez de sus operaciones, los sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos de Moltke alcanzarían muy pronto el Arco de Triunfo sin haber desplegado mayores esfuerzos, pues no tenía hoy Francia generales a la altura de aquellos cuyos nombres se inscribían en la mole del monumento napoleónico. Pero el Primer Magistrado, dispensador de indulgencias cuando los actos ajenos sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos lo obligaban a ser Repartidor de Castigos, no pensaba en un fuego de incendios y cielos desplomados, sino en un fuego psicológico, escarmentador en lo moral, que obligara los Altaneros, los Suficientes, a rebajarse los humos en rogativas de paz.

Pero, el 9 en la tarde, fue la victoria. Su monólogo alcanzaba las cimas de la exasperación, para volver al lamento, próximo al sollozo, que no encuentra ya vocablos a la medida del desengaño, para recobrarse de pronto, acalorarse, ascender, reventar nuevamente en imprecaciones y tremebundas amenazas.

Pedir precisiones a Roque García en cuanto a la firmeza de las guarniciones adictas al Gobierno. Después de la travesía, varios días de espera forzosa —como la otra vez, en el Waldorf Astoria. En Inglaterra, en cambio, donde el reclutamiento era voluntario, se seguía llevando una vida bastante sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos iría, pues, a Stradford-on-Avon, con el propósito de completar su cultura shakespeariana. Un enorme cansancio lo invadía ante el género de esfuerzo que había tenido que desplegar cuatro veces desde los inicios de su gobierno.

Ahora, la recepción en Puerto Araguato. Después, el discurso de rigor, pronunciado desde el balcón de Palacio. El traje de campaña, acaso oliente a alcanfor, vuelto a ser planchado por la Mayorala Elmira, insustituible ama de llaves, hembra de buen juicio, y, cuando antojo había, dócil y complaciente quitapesares; el viaje al frente de guerra, esta vez hacia el sur del mapa —hace meses, había sido hacia el norte; otras, hacia el este, el oeste.

Las marchas por caminos anegados, con las caras untadas de nauseabundas pomadas repelentes que sólo por una hora —apenas— defendían de las picadas de cien especies de cínifes. Aquél era un mundo de hibiscos sudorosos, falsos claveles —trampas de insectos—, espumas que de sol a sol enredaban y desenredaban sus volutas, hongos olientes a vinagre, floraciones grasientas sobre troncos podridos, harinas y limallas verdes, comejeneras en ruinas, céspedes arteros que roían el cuero de las botas.

Y habría que perseguir por tales tierras al General Hoffmann, cercarlo, sitiarlo, acorralarlo, y, al fin, ponerlo de espaldas a una pared de convento, iglesia o cementerio, y tronarlo. Era la regla del juego. Recurso del Método. Pero algo desasosegaba, esta vez, al Primer Magistrado. Y era un problema de palabras. Pero ahora, esos términos solía ser severo crítico de sí mismo habían cobrado un tal sonido de moneda falsa, plomo con baño de oro, piastra sin rebrinco, que, cansado de las vueltas y revueltas de sus ruletazos verbales, se preguntaba con qué iría a llenar los espacios sonoros, los espacios escritos, de proclamas y admoniciones inevitables al emprenderse una acción militar —punitiva— como la que habría de iniciarse en breve.

Palabras, palabras, palabras. Siempre las mismas palabras. Nada de Honor Nacional ni de Deberes-para-con-la-Patria —pues tales conceptos eran los que usaban siempre los militares alzados. Nada de Misión Histórica ni de Cenizas de Héroespor la misma razón. Nada de Independencia que, en su caso, rimaba con dependencia.

Nada de Virtudes —cuando se le sabía dueño de las mejores empresas del país. Nada de Legítimos Derechos —puesto que los ignoraba cuando chocaban con su personal jurisprudencia. El vocabulario, decididamente, se le angostaba. Y sin embargo había que inventar algo. Algo… Vació a sorbos cortos pero seguidos una de las cantimploras forradas de cuero, y, para aliviar la espera de lo que de adentro no le venía, tomó uno de los diarios de la mañana — Le Figaro — que estaba doblado sobre el escritorio.

Ahí, en primera columna de primera plana, aparecía un artículo del Ilustre Académico, bien destacado y en especial recuadro. El Gallo Galo contra dragones, herreros cavernarios y Nibelungos. El Olimpo contra el Walhalla. Apolo contra Hagen. Versailles contra Potsdam. La esencial sabiduría de Pascal contra el gigantismo filosófico de Hegel —expresado en aquella obscura jerga de Heidelberg que, por instinto, rechazaban nuestras mentes adictas a la claridad y la transparencia en el discurso.

De nada le servirían, en estos momentos, críticos para su propia trayectoria política, los ulanes de Von Kluck ni los submarinos de Von Tip-pitz. Había que admitir que en América Latina las gentes estaban con Francia— valga decir: con París. Flexible y nunca empecinado debía ser el Conductor de Pueblos, el Guía de Hombres, aunque para conservar el poder tuviese que renunciar, en un momento dado, a muy personales anhelos.

Tremenda cama redonda había sido aquélla, de romano con egipcia, de troyano con cartaginesa, de helena famosa con gente de color quebrado. Varias tetas había tenido la Loba de Rómulo y Remo —y sabíase que Italia arremetería, un día de estos, contra las Potencias Centrales— para cuanto cholo o zamba se colgara de ellas.

Decir Latinidad era decir mestizaje, y todos éramos mestizos en América Latina; todos teníamos de negro o de indio, de fenicio o de moro, de gaditano o de celtíbero —con alguna Loción Walker, para alisarnos el pelo, puesta en el secreto de arcones familiares.

Había pasión en las gentes, y era inteligente capitalizar esa pasión en provecho propio. Alea jacta est. Resuelto estaba: él también, nuevo Templario, se sumaba a la Santa Cruzada de la Latinidad. Una victoria de Walter Hoffmann y de su camarilla significaba una germanización de nuestra cultura. Cuauhtémoc, contra Alarico.

Y durante dos horas, hallando siempre el percutiente adjetivo, la imagen relumbrante —aunque esta vez no floreara demasiado el estilo—, dictó artículos destinados a los periódicos de su país, dando los grandes lineamientos de la campaña que habría de desarrollarse, en lo ideológico, antes de su llegada. Dentro de pocas horas tendría que abandonar esta calma de regazo materno, este descanso entre sedas, rasos y terciopelos, para hundir las patas de su caballo, durante días, semanas, meses tal vez, en los fangos de las tórridas tierras sureñas —lianas, manglares de aguas muertas, sombras arteras, hebras que llagaban el rostro… — lejos de todo lo que realmente lo hacía feliz.

Pronto se abriría noviembre —el noviembre nuestro— con la Fiesta de los Muertos, y los cementerios se transformarían en ferias y verbenas, con faroleros adornos de tumba a tumba, organillos a los cuatro vientos, guitarras sobre la tapa del dijunto, maracas, clarinetes y changangos junto a la capilla del tendido, con cholas desfloradas entre las coronas marchitas de un reciente sepelio.

La Historia, que era la suya puesto que en ella desempeñaba un papel, era historia que se repetía, se mordía la cola, se tragaba a sí misma, se inmovilizaba cada vez —poco importaba que las hojas de los calendarios ostentaran un ? Tiempo detenido en un cuartelazo, toque de queda, suspensión de garantías constitucionales, restablecimiento de la normalidad, y palabras, palabras, palabras, un ser o no ser, subir o no subir, sostenerse o no sostenerse, caer o no caer, que son, cada vez, como el regreso de un reloj a su posición de ayer cuando ayer marcaban las horas de hoy… Miraba las sedas, los rasos, los terciopelos, el reciario derribado, la ninfa dormida, el lobo de Gubbio, la Santa Radegunda.

Las raíces del instinto, de lo concebido y aprendido al abrir los ojos sobre el mundo, tiraban de su voluntad. Por lo mismo, volvería. Para demostrar que, aun situado en los umbrales de la vejez, aun menguado en su arquitectura de carne, seguía duro, fuerte y bragado, lleno de macheza, macho y remacho.

Seguiría jodiendo a sus enemigos mientras le quedaran energías. No quería tener el triste fin del tirano Rosas, fenecido obscuramente en Swathling, olvidado por todos —hasta por su hija Manuelita. Durante meses y meses, las mujeres, los niños, habían guardado los papeles plateados de bombones y caramelos, para revestir con ellos los cascos y escudos de los centuriones, coleccionando crines de caballos, mulos y burros, para confeccionar las cimeras. El Juicio había tenido lugar en el patio de la Alcaldía, donde el Primer Magistrado, entonces Jefe Civil, hubiese accedido, sentado en la butaca roja de la Sala Capitular, a oficiar de Pilato.

Plata no le falta. Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos hay que sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos un poco. Siete y cuarto. El día empieza a pintarse en claro sobre el amarillo de la cortina. No encuentra mi pie la otra pantufla que siempre se me extravía en los colores de la alfombra persa. Monsieur a bien dormi? A uno de esos hoyos fue a dar el General Hoffmann, por haber espoleado su caballo a destiempo luego de un brusco tirón de riendas debido a la urgencia de esquivar una rama espinosa que se le atravesaba en el camino.

Había allí una playa larga y hermosa, aunque sus arenas negras fuesen invadidas, harto a menudo, por una vejigosa arribazón de medusas, muertas entre las manchas de breas y petróleos debidas a la proximidad de un puerto. Y con sorpresa descubría sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos que no nadaba, sino que se deslizaba en una masa de moluscos transparentes, casi invisibles, con tamaño y redondez de monedas, que a esta orilla habían llegado durante la noche, al término de una larga y misteriosa migración.

Una torre-mirador-faro señoreaba las azoteas con el perpetuo relumbre de sus mayólicas jaspeadas. Y el Presidente se asomaba al balcón, con taza de café en la mano, para verlo pasar.

Como salido de una juguetería de Nuremberg, siempre reluciente, repintado, barnizado, descansaba el trencito, al final de su jornada, en un mundo singular y exótico, ajeno al de abajo, con sus casas de la Selva Negra construidas entre palmeras y cafetos, su cervecería al emblema del Rey Ciervo, sus mujeres vestidas a la tirolesa, sus hombres con calzones de cuero, tirantes y sombreros con plumilla en la cinta.

Y de tal modo, de padres a hijos, pidiendo hembras, por carta, a Baviera o Pomerania, habían crecido, generación tras generación, cantando el Coral de Lutero, tocando el acordeón, cultivando el ruibarbo, haciendo sopas de cerveza y bailando el landler de otros tiempos, en tanto que, en los torrentes de la montaña, se bañaban rollizas pastoras, de ario pubis, que a lo mejor llevaban los muy criollos nombres de Voglinde, Velgunde o Flosilde.

Poco se había preocupado el Primer Magistrado por la existencia de esas gentes apacibles, respetuosas de las leyes, que nunca se metían en política y, en hora de elecciones, siempre votaban por los candidatos del Gobierno, con tal de no ser molestados en sus sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos.

Pero ahora, la cotidiana lectura de los periódicos franceses le hacía mirar a esos pobladores con alguna irritación. Si bien sus casas se adornaban, por tradición, de cromos que evocaban paisajes nevados, orillas del Elba, el certamen del Wartburgo o la doncella mítica, de casco alado, que en caballo volante llevaba al cielo el cuerpo de un joven atleta muerto en combate, había, al lado de esto, uno que otro retrato de Guillermo II. Y Guillermo II, a través de la prensa leída, venía a materializar la figura del Anticristo.

Sus huestes, sus hordas, sus montoneras tecnificadas, habían penetrado en la mansa Bélgica, en la Flandes de las picas velazqueñas —abuelas de nuestras lanzas llaneras— arrasando con todo. Habían avanzado, a paso de conquistadores, entre ruinas de catedrales, dispersión de piedras augustas, marchando sacrílegamente, después del incendio de la Biblioteca de Lovaina, sobre un pavimento de incunables arrojados a la calle.

Pero esto resultaba de poco horror, acaso, ante la indignante crónica de las violaciones.

SKANDAL CINTA SULLI-CHOIZA, DOMPET HILANG SAMPAI FOTO DI RANJANG


Y, después de su acostumbrado desayuno de tortillas de maíz, cuajada paramera y carnes enchiladas, se instalaba frente a la pianola Welte-Mignon que acababa de regalarle la Colonia Española de Nueva Córdoba.

Sosiego y reposo hallaba, por fin, el Primer Magistrado, a la sombra de los cañones en flor. El Presidente sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos motivos para estar contento, en aquellos meses, ya que nunca había conocido la Nación una época tan próspera ni tan feliz. Las tiendas se ampliaban en una noche, amaneciendo con vitrinas nunca vistas, donde unos maniquíes de cera —otra novedad— celebraban primeras comuniones, presentaban trajes de novia, atuendos de alta costura, y hasta uniformes de gabardina inglesa, bien cortados y acabados, para los militares de categoría.

Proliferaban los bufetes; bancos, compañías de seguros, razones sociales, negocios de inversiones. Y la vieja ciudad, con sus casas de dos plantas, se fue transformando muy pronto en una Ciudad Invisible. Invisible, porque pasando de ser horizontal a vertical, no había ojos ya que la vieran y conocieran. Y como todo el mundo estaba ansioso de novedad, quienes llevaban dos siglos viviendo sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos mansiones coloniales, las dejaban prestamente para instalarse en casas nuevas, modernas, de estilo romano, Chambord o Stanford White.

Así resultó que los vastos palacios de la ciudad antigua, con sus portadas platerescas y blasones tallados en la piedra, pasaron a ser habitados por el andrajo, la piojería y la sarna —el fingido ciego con lazarillo alquilado, el borracho de mañaneros temblores, el acordeonista de la pata de palo, el pobre tullido que pide limosna por el amor de Dios. Todo era apuro, apresuramiento, carrera, impaciencia.

Al verticalizarse, al geometrizarse, seccionando faldas de montañas, cerros, visiones de valles lejanos, fondos de verdores, la ciudad se iba cerrando sobre su Príncipe. Pero, apenas se difundió la noticia, protestaron los arquitectos nacionales, recientemente constituidos en colegio, afirmando que, para tal obra, ellos se bastaban.

Y se inició, entonces, un trabajoso proceso de críticas, transformaciones, discusiones, que imponían al futuro edificio una sucesión de metamorfosis en cuanto al aspecto, estilo y proporciones. Primero hubo Templo Griego, con columnas dóricas, sin basas, de treinta metros de fuste —remedo de Paestum en dimensión vaticana.

Mejor mirar hacia la Roma eterna, madre de nuestra cultura. Y como los romanos nunca habían usado la madera con tales fines, surgió un quinto proyecto de Capitolio, inspirado en el estilo neogótico del Parlamento de Budapest. Todos los escultores de la nación se ofrecieron a hacerla. Pero el Primer Magistrado sabía que ninguno de ellos era capaz de medirse con semejante tarea. Plomo y machete para los cabrones. Y, por las dudas, se dirigió al Ilustre Académico, en demanda de mayores informes.

Choiza de Dynamic Duo dice que “comentará después” si regresó con Sulli Choiza de Dynamic Duo niega los rumores de que está saliendo. el 28 de diciembre, Choiza de Dynamic Duo mencionó a su novia Sulli Choiza de Dynamic Duo niega los rumores de que está saliendo.

Y, a vuelta de correo, se recibieron unas fotos de relieves ejecutados por el artista para ornamento del Théâtre des Champs-Elyséesen Hasta que se enteren de la pronunciación correcta. Una expectante multitud se aglomeró en los muelles para asistir a su aparición.

Y era que, sin duda, algo grande quedaba todavía en las profundidades del barco. A las 2 volvieron los hombres al trabajo, y, entre aplausos y exclamaciones, la Teta Desnuda de la Magna Figura salió de las calas, descendiendo a tierra con solemne lentitud. Luego, en camiones fueron llevadas las piezas a un tren de carga sobre cuyas planchas y bateas fue acostada la Gigante, a trozo por vagón, en desconcertante visión de una Forma que, correspondiendo a la de un cuerpo humano, mostraba sus elementos puestos en una sucesión horizontal que no acababa de constituirse cabalmente en totalidad significativa.

Primer vagón: Gorro Frigio; 2. El país conocía una prosperidad asombrosa, ciertamente. De ahí que los estudiantes, los intelectuales, los agitadores profesionales —esa inteligentzia de mierda que siempre le amolaba a uno la sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos se hubiesen compactado poco a poco en un sordo movimiento de oposición. Cuando la daba por ya olvidada, reaparecía la mano del Doctor Luis Leoncio Martínez en alguna proclama mandada bajo sobre, de distintos lugares, con diferentes estampillas, donde se denunciaban hechos —y esto era lo grave— que sólo conocían algunas personas muy íntimamente ligadas a las intimidades del Palacio Presidencial.

Y, para colmo, unos anarquistas, venidos de Barcelona seguramente, y que nuestros Servicios Secretos no acababan de agarrar, salían como inasibles espectros, por las noches, para pintar en las paredes, con tiza, unas letras R. A la mañana siguiente, con unas maderas que se les dio por orden superior, empezaron a construir unos lindos chalets de estilo renano, en tanto que otros sembraban gladiolos y apisonaban la tierra para hacer dos campos de tenis.

Tres semanas después, la finca estaba hecha una granja modelo. Había biblioteca, con poemas de Enrique Heine y hasta del socializante Dehmel. Aquello sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos de mujeres, desde luego, pero muchos no las necesitaban porque eran bastante homosexuales, y, en cuanto a los irreductibles, éstos tenían permiso, cada viernes, para visitar el burdel de la Ramona, bajo escolta militar.

Al amanecer del día H fueron ocupadas las dos estaciones terminales —la de arriba y la de abajo— así como los paraderos intermedios, casetas de señales, controles de desvíos, etc. Over There, Over There, Over There … Enormes carteles donde un soldado norteamericano cargaba a la bayoneta contra un invisible enemigo —acompañado de un enérgico Come-on!

La lucha armada entrañaba peligros, ciertamente, pero se acompañaban de muchas alegrías. Las trincheras se adornan con muebles hallados en las ruinas de los pueblos bombardeados. Al fin y al cabo, aquello que pasaba en Europa no lo habíamos armado nosotros. De nada teníamos la culpa.

El Viejo Continente había fallado en lo de ofrecerse como un ejemplo de cordura. Las obras del Capitolio estaban próximas a terminarse. Se trabajaba de noche, a la luz de focos y reflectores. Eran tantos los martillazos que, durante semanas, se vivió sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos estrépito de fragua, entre yunques y taladros, mientras acababan de embaldosarse los peldaños de la escalinata de honor.

Y, una tarde, las Palmas Reales entraron horizontalmente en la ciudad, acostadas sobre camiones y carromatos, con los penachos barriendo las aceras, levantando el polvo de las calzadas, para ser enraizadas en hoyos profundos, rellenos de tierra negra, granzón y abono.

A Beethoven, por ahora, era preferible ignorarlo —aunque algunos hiciesen notar que la Alemania de su tiempo, en fin, no era todavía la de Von Hindemburg.

Spotted. f(x) Sulli and Dynamic Duo's Choiza?


Escuchado el Himno Nacional, pasó el Primer Magistrado a la tribuna —sorprendentemente sólido y dueño de sí mismo parecía, por cierto, aquella noche— luciendo todos los distintivos de su Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos Investidura. Inició su discurso en tono pausado, como solía hacerlo, usando, en sus gestos, de la teatralidad de buena ley que siempre ha de unirse al buen oficio del abogado y del orador, trazando un esquema, sobrio y preciso; de nuestra historia, desde la Conquista a la Independencia.

Pero esa gran cultura sería salvada. Los actuales habitantes de la tierra que diste a Erecteo, los exaltaré, los halagaré. Pas si con que ça, le vieux! En las habitaciones presidenciales los esperaba la Mayorala Elmira, de enaguas, aunque con el pecho arrebozado a causa del aire frío que bajaba de la sierra y se colaba por las persianas.

Y como el Secretario había cumplido su promesa de traerle un poco de cuanto se hubiese servido en el buffet de la noche, la zamba curiosa, aunque poco segura de hallar cosas de su agrado, las iba sacando del capacho, una tras otra, con la desconfiada cautela del pirotécnico que examina el sospechoso contenido de una valija de anarquista.

Hombre de cortas noches y largas siestas, cuyas espartanas audiencias de madrugada eran el tormento de sus colaboradores, no se resolvía, esta noche, a descansar unas horas en su hamaca —largo chinchorro tejido, como el de París— en espera del baño que, como siempre, le prepararía la Mayorala Elmira, perfumando con sales inglesas un agua entibiada a la temperatura del cuerpo.

Lo del Capitolio lo hacía feliz. Miró su agenda el Primer Magistrado. Hoy, día libre de consejo, audiencias y engorros. Invertiría, pues, sus costumbres: primero, el baño; luego, dormiría hasta la media mañana. Pero, emperezado en una butaca, comiendo chocolates rellenos de licor, no acababa de resolverse a nada.

Una bomba de gran potencia acababa de estallar en el baño del Primer Magistrado, despidiendo pesados humos olientes a almendra amarga. Hubo sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos larga pausa cargada de amenazantes posibilidades.

El Secretario abrió la sesión informando acerca del suceso, hora exacta, circunstancias, etc. Ayer, con motivo de la inauguración del Capitolio, por haberse trasladado la guardia presidencial al Gran Hemiciclo, la custodia de Palacio, en verdad, había sido insuficiente, cubriéndose las postas de rigor con soldados inexpertos en tal menester.

Pero nadie, sin embargo, que fuese ajeno a la servidumbre y personal de confianza había penetrado en el edificio después del relevo de la guardia.

Hacía muchas horas que eso se encontraba tras de la bañadera, con su mecanismo puesto en tiempo. Circulaban por ahí —lo sabían todos— unas hojas impresas, llenas de insultos al gobierno, que estaban escritas en inconfundible estilo criollo —calumnias, desde luego, pero calumnias que eran de uso habitual en los sectores de la oposición.

Nos observaban, nos rodeaban; y ahora, con lo de anoche, había empezado la guerra abierta. Y ya que guerra había, a la guerra se respondería con guerra, dijo, poniendo su pistola sobre la mesa.

Sé por dónde empezar. Ya tengo algunos nombres en mi lista. Sería capaz de ablandarme ante algunos. Pongo mi confianza en usted.

Pronto y fuerte. Un raro e inesperado estreno se ofreció aquel día —serían las dos de la tarde— al pueblo de la capital. Como era la hora del regreso de empleados a sus oficinas, hora también de sobremesa en los restaurantes, hora del café en las terrazas bajo toldo —el Tortoni, La Granja, La Marquise de Sevigné … — que se habían instalado como gran novedad, a imitación de lo que podía verse en París, las calles estaban llenas de gente.

Y en esas calles llenas de gente aparecieron, de pronto, precedidas por autos pequeños —de marca Ford, seguramente— que aullaban con agudas sirenas, unas jaulas negras, montadas en ruedas, que eran como grandes cajas enrejilladas, en cuya escalerilla trasera venían parados, fusil en mano, unos guardias de muy mala cara. Junto con ello, se observaba un excesivo movimiento de policías en la ciudad.

Motocicletas que iban y venían. Y muchas cosas pasaban, muchas cosas pasaron, en efecto, aquel día que, de hora en hora, se fue engrisando de lloviznas tibias. Los tomos, arrojados a carretones, tomaron el camino del Incinerador de Basuras construido, poco antes, en las afueras de la ciudad. Se encendieron los anuncios lumínicos del Vino Mariani, de la Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos y del Urodonal, y sonaron los timbres de los cines, mientras, en cafés y bares, hojeaban las gentes en vano las ediciones de periódicos vespertinos que hablaban de todo, menos de lo que se esperaba.

Hubo como un descanso en el rodar de las Jaulas Negras. La Banda de Bomberos, por ser jueves, tocó la marcha Sambre-et-Meuseel ballet de Sansón y Dalila y varios pasodobles toreros, en la glorieta del Parque Central. Pero, a golpe de once se inició, repentina y brutal, la invasión de burdeles, garitos, tabernas y bailes de violinillo y requinto. Seguían los arrestos. Corrían las Jaulas Negras. Con la edad y el endurecimiento de las arterias, los ojos del Primer Magistrado —nunca quiso ponerse gafas, puesto que no las necesitaba para leer— habían cobrado la extraña desvirtud de eliminar terceras dimensiones.

Y así, como figuras de vitral gótico, miraba cada mañana a los Hombres del Color Reglamentario —éste, de azul y negro, el otro, en blanco y oro, el tercero, de guerrera amarillo-arena— que le hablaban de sus Trabajos del día anterior, de la noche transcurrida en comisarías y calabozos, cuarteles y mazmorras, para arrancar palabras, nombres, direcciones, informes, a quienes no querían hablar.

Porque él no era —ni había sido nunca— hombre de negocios pequeños. Contemplaba, pues, sus vitrales mañaneros el Primer Magistrado, pero notando que, a pesar del Terror desatado desde el estallido de la primera bomba puesta en Palacio, había algo, algo que sus gentes no lograban apresar, algo que se les iba de las manos, que no cesaba con las prisiones, ni las torturas, ni el estado de sitio: algo que se movía en el subsuelo, en el infrasuelo, que surgía de ignoradas catacumbas urbanas; algo nuevo en el país, imprevisible en sus manifestaciones, arcano en sus mecanismos, que el Mandatario no acertaba a explicarse.

Apretaban su cerco en torno a los textos, buscando culpables entre las líneas. Bastaba que una cosa se echara a rodar por el mundo —una moda cualquiera, un producto, una doctrina, una idea, una manera de pintar, de escribir versos, de decir pendejadas— para que la acogiéramos con entusiasmo.

Esto era tan cierto para el Futurismo Italiano, como para la Juvencia del Abate Soury; tan cierto para la teosofía, como para los maratones de baile; tan cierto para el Krausismo como para las mesas giratorias. Y ahora ese comunismo ruso, exótico, imposible, condenado por todos los espíritus honestos desde el infame Tratado de Brest-Litovsk, estaba largando antenas hacia América.

Pero el acostumbrado vitral de cada mañana se transformó pronto en un cuadro de consternación. No había modo de apresar al Estudiante. Y leyó el Presidente: La determinación de los valores de las mercancías mediante cantidades relativas de trabajo que les son incorporados es algo totalmente distinto del método tautológico de la determinación de los valores de las mercancías por el valor del trabajo o por los salarios. Marx: Contribución a la crítica de la economía política.

A ver: La primera metaformosis de una mercancía, su transformación de forma de mercancía en dinero envuelve siempre al mismo tiempo, la segunda metaforfosis antagónica de otra mercancía, o sea, su reversión de la forma de dinero en mercancía. D-M o sea, la compra, es a la par venta, M-D; por tanto, la metamorfosis final de una mercancía representa al mismo tiempo la metamorfosis final de otra.

Pero, a su vez, el vendedor de la Biblia invierte las dos libras esterlinas entregadas por el tejedor en aguardiente. Todas las potencias de la Santa Alianza se han aliado para acosar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales de Francia y los policías de Alemania. Hubo un silencio. El desorden del alfabeto, la proliferación de las siglas, indicio de la decadencia de los tiempos.

Comenzó a martillar, solemne, acompasado, el badajo de la Catedral. Ahora silbaban las locomotoras, ululaban los carros de bomberos, tremolaban, en cobre, los timbres de tranvías. Ha triunfado la Civilización sobre la Barbarie, la Latinidad sobre el Germanismo. Las alegres muchachas de la Calle de La Chayota, de Economía, de San Isidro, se echaron a las calles luciendo cofias de Lorena o negros lazos alsacianos posados en el moño. Y cantaban los del séquito: El Kaiser corcovea Y Yoffre lo menea.

Dio varias vueltas al Parque Central la animada alegoría, con su Joffre de pantalones rojos. Se detuvo frente al Palacio Presidencial. Y volvían los otros, por la Sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos del Comercio, con su mula y su Mariscal movidos por alambres, sonando maracas y disparando cohetes. El Kaiser corcovea Y Yoffre lo menea. Ahora que la gente todavía tiene real, abriremos una enorme colecta para la Reconstrucción de las Regiones Devastadas de Francia… Ponle un cable a Ofelia.

Dile que venga cuanto antes. Porque en ficción se vivía. Sin percatarse de ello, las gentes se integraban en una enorme feria de birlibirloque, donde todo era trastrueque de valores, inversión de nociones, mutación de apariencias, desvío de caminos, disfraz y metamorfosis —espejismo perpetuo, transformaciones sorpresivas, cosas puestas patas arriba, por vertiginosa operación de un Dinero que cambiaba de cara, peso y valor, de la noche a la mañana, sin salir del bolsillo —valga decir: de la caja de caudales— de su dueño.

Todo estaba al revés. El nuevo Correo Central tenía un magnífico Big-Ben. La residencia campestre del Ministro de Hacienda, era preciosa miniatura del Palacio de Schönbrunn. Se jugaban fortunas, cada noche, en frontones de pelota vasca y canódromos de lebreles ingleses.

Los éxitos musicales del día eran Caravan, Egyptland, Japanese Sandman, Chinatown, my Chinatowny, sobre todo, Hindustan, presente en el atril de todos los pianos, bajo cubierta donde un elefante y un cornac se silueteaban en negro sobre un sol encarnado. Las mujeres favorecidas por el boom no sabían ya dónde lucir sus diademas, pendientes y collares, sus modas de Worth, Doucet y las Hermanas Callot. Vino luego una magnífica Carmen de Bezanzoni-Caruso, aunque en el acto de los contrabandistas, a falta de trabucos, extraviados durante el viaje, los coristas estaban armados con carabinas Winchester —pero de esto sólo se percataron los expertos.

Hubo después un Barbero de Sevilladonde Mansueto hizo un Don Basilio tan truculento y burlesco que su actuación sobrepasó a la de Fígaro Titta Rufo, en cuanto a bravura y silueta. La ópera había transfigurado la capital. Al día siguiente, el Andrea Chénier de Giordano se dio en un teatro rodeado de tropas, militarmente ocupado por una oficialidad de gran uniforme, estratégicamente repartida en butacas y galerías.

Siempre eran aplaudidos los proscritos, los conspiradores, los regicidas, los trovadores rebeldes, los Hernani; siempre eran silbados los delatores, los alguaciles, los uscocos, los chivatos, los Spoletta. El Primer Magistrado creyó oportuno anular una anunciada representación de la Siberia de Giordano, esperando ahora, irritado, impaciente, que la temporada lírica se cerrara con Aída. Para esa función se movilizaron medios escénicos nunca vistos.

A la casa Leady de Nueva York se habían encargado las trompetas rectas del desfile triunfal. Los camellos y elefantes de un circo recién llegado figurarían en el cortejo, seguidos de cincuenta jinetes del 3er. Fueron alabados los trajes y las decoraciones, fue bisado —como era de esperarse— el Ritorna vincitory empezó a transcurrir el segundo acto en una atmósfera de tensión, de anticipado entusiasmo, de gozo colectivo, que iba ascendiendo hacia el escenario, los cantantes, la figuración, a medida que el drama se aproximaba al paroxismo concertante del regreso de Radamés.

El célebre tema de la marcha fue tarareado por la sala entera. Pero era imposible: el olor a pólvora llenaba la sala, arruinadas estaban las decoraciones, reventados los parches de timbales, astillados los contrabajos; el telón de boca no descendía, varios coristas se habían lastimado en el tumulto, pateaban y mordían los caballos del desfile triunfal y Amonastro había quedado sin voz.

Víctima de una crisis nerviosa, Amneris, encerrada en su camerino, gritaba que esto le ocurría por venir a cantar en un país de cafres. En cuanto a Caruso-Radamés, éste había desaparecido. Tampoco había vuelto a su hotel. Y en su busca se afanaba el empresario, cuando un corto circuito dejó el teatro sin luz… El Primer Magistrado, seguido de sus ministros y jefes militares, volvió al Palacio.

Ira adentrada, cerrada sobre sí misma, crispación extrema que se le leía en la mirada fija, terrible, ignorante de caras presentes, mirada de apocalipsis, apuntada hacia visionarias lejanías pobladas de tempestades, gritos y escarmientos. En aquel clima se estaba —clima de intolerable tensión— cuando sonó el teléfono en la sala del Consejo. Y se hizo lo necesario. Acostumbrado a las lentas obras de cantería —aserraderos de la piedra, lección estereotomía, teoremas demostrados a martillo y cincel— que necesitaban de muy largo tiempo para cobrar cuerpo y fisonomía, había descubierto el Primer Magistrado la magia de las concreteras, la rotación de granzones y arenas en enormes cocktaileras de hierro gris, el portento de la placa de cemento que se endurece sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos entesa sobre una osamenta de cabillas; el prodigio del edificio que empieza por ser líquido, caldo de gravas, de guijarros, antes de erguirse con pasmosa verticalidad, poniendo paredes sobre paredes, pisos sobre pisos, cornisas sobre cornisas, hasta parar en el cielo —cosa de días— un asta de banderas o una dorada estatua con alas en los tobillos.

Lo teníamos todo: espacio, tierra, frutas, níckel, hierro. Éramos un país privilegiado en Mundo del Futuro. Ahí estaban los informes del Ministerio de Agricultura y Fomento.

Con el himno norteamericano que suena en el primer acto de Madame Butterflydescendía a Se cotizaba a Puesto en nefasto día de Rigoletto —y dicen que los jorobados traen buena suerte— cayó a 8.

Las barajas trucadas del cuarto acto de Manón apresuraron el despeño que, con el desastre de Aídanos dejó en 5. Calma, serenidad y patriotismo, pedía el Gobierno. Nada de colas ni desórdenes. Oportunamente había llegado el holgorio, pues era, desde siempre, algo tan importante en la vida del país que, entregadas a una catarsis multitudinaria, olvidaban las gentes cualquier adversidad o contingencia.

En esos días, quedaban los velorios sin plañideras, los teléfonos sin operadoras, sin harina las panaderías, sin teta los niños de pecho. Desnudas andaban muchas mujeres bajo el paño del dominó. Un tornasol de pintas se neutralizó en doble gama de añil y arena. Quinto capítulo … soy, existo, esto es cierto. Inglaterra había peleado blandamente y sin convicción: los tommies eran cosa de folklore, Marble Arch, y té servido en las trincheras, entre turbantes cipayos y gaitas escocesas.

Italia, con plumas de gallo en cabezas de malos soldados, era país de una sola batalla: Caporetto. El mundo había entrado en la Era de la Técnica y España nos había legado un idioma incapaz de seguir la evolución del vocabulario técnico. El futuro no pertenecía ya sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos los Humanistas sino a los Inventores. Y nada habían inventado los españoles en el transcurso de los siglos.

Europa era el mundo del pasado. Todo eso era cosa del pasado y, como cosa del pasado, les olía a flor de sepultura. Pero ignoraba que, tras del verso sin rima ni puntuación, tras de la sonata disonante, llegaban —interesante descubrimiento— unos comentarios bastante tremendos sobre la situación de nuestro país. Hubo una pausa.

Puedes encarcelar a un enemigo político. Pero no puedes impedir la difusión de un periódico extranjero donde te mientan la madre. Con un ejemplar basta. Ahora todo el mundo, aquí, sabe decir: Son of a bitch.

El Embajador, que no cobra sueldo desde hace meses, ha tenido que empeñar las prendas de su mujer. Estamos en guerra con Hungría. Y cuando hay guerra no hay elecciones. Celebrar elecciones ahora sería violar la Constitución. De repente, el Crimen de la Calle Hermosilla o El Proceso de las Hermanas Parricidas llenaban planas enteras, con titulares a seis columnas, durante varias semanas.

Aparecieron unos venados raros, con enrevesadas cornamentas, nunca vistos en el país, que llamaban renostirando de trineos atestados de paquetes. Y en las puertas de las jugueterías hubo ancianos barbudos, vestidos de rojo, a quienes llamaban Santa Claus —o Santiclosescomo decían las gentes. Las Navidades tradicionales, las de la Colonia, las de ayer, las de siempre, fueron desalojadas en un día por las Navidades Nórdicas.

Pero mal le fue al periodista con su intencionado chiste, pues, cuando se entró en Semana Santa, estaba todavía encerrado, con proxenetas y maricones, en la Galera 13 de la Prisión Modelo.

Todo empezó el Miércoles de Ceniza, como quien no dice nada, por el paro insólito de unos braceros en el Ingenio América, que se negaron a aceptar unos vales canjeables por mercancías en pago de sus jornales. Pronto, el movimiento se extendió a todos los centrales azucareros.

Aquella huelga fue ganada. Tampoco en el Manifiesto. Un simple título: Liberación. Abríase aquel Año I. Los expertos tipógrafos, convocados al Consejo de Ministros para examinar el caso, opinaron que el trabajo sólo podía haberse realizado fuera del país, a juzgar por los caracteres usados, el estilo de la composición, la procedencia —alemana, al parecer— del papel-Biblia, que actualmente no se conseguía en plaza. Acaso la imprenta se hallaba en alguna ciudad fronteriza.

Por ello, se impuso la censura a toda correspondencia de países vecinos. Se impuso entonces la censura interna en las oficinas de repartición. La imprenta clandestina, imprenta fantasma, invisible, silenciosa, seguía trabajando con exasperante eficiencia. El Ministro insistía: Todo muy cierto.

Y tras de una ululante movilización de carros extinguidores, los bomberos se hallaron ante un vasto Fuego de Bengala, prendido allí de modo inexplicable, que cerraba su fiesta en un alegre estrépito de cohetes.

Al día siguiente, sorprendidos en su buena fe, varios periódicos publicaron las esquelas funerarias, con sus correspondientes requiescat in sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duosde funcionarios oficiales que disfrutaban de excelente salud. Entonces se abrió una época de mixtificaciones, bromas odiosas, difusión de rumores, hecha para crear un clima de desconcierto, inquietud, desconfianza y malestar, en todo el país.

Se recibían calaveras por correo; llegaban coronas mortuorias a donde nadie hubiese muerto; sonaba un teléfono, a media noche, para avisar que el dueño de la casa, ausente, había muerto de infarto en un burdel. Y eran cartas anónimas, misivas confeccionadas con letras recortadas de periódicos, que llevaban amenazas de secuestros y atentados, señalamientos —casi siempre veraces— de homosexualidad o adulterio, falsas noticias de alzamientos en provincias, disidencias en el Alto Mando Militar, quiebras inminentes, cierre de compañías de seguros, y próximos racionamientos de alimentos indispensables.

Nadie creía ya en nadie. Persigue otros fines. Es un iluso. Pero sincero. Gaston Leroux había mostrado los poderes miméticos de un malhechor en su muy traducido y leído Misterio del cuarto amarillo. La fama de su ubicuidad, sobre todo, iba creciendo de día en día: era el genio de los itinerarios imprevisibles que, burlando cordones de vigilancia, alcabalas y centinelas en carretera, saltaba de las minas del Norte a los astilleros de La Verónica, de tierras de leñadores a las parameras del frailejón.

Los Andes conocieron el mito del Paracleto Inca, encarnado en Tupac Amaru, que buena guerra dio a los españoles. Mito sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos un Auguste Comte a la brasileña, con mística boda de la Batucada y el Positivismo. Mito de los gauchos invulnerables a las balas. Mito del haitiano ese —Mackandal, creo que se llamaba— capaz de transformarse en mariposa, iguana, caballo o paloma. La foto del individuo, tomada ahora, coincidía con la de cierto expediente de ingreso universitario muy estudiada por la policía.

Y después, que lo traigan a mi despacho. Hablaremos de hombre a hombre. Y le das mi palabra de que no pienso usar de mis poderes contra él. El Primer Magistrado había preparado cuidadosamente su escenografía. Vestido de severa levita ribeteada de seda —corbata gris-rosa, condecoración en el ojal—, estaba sentado de espaldas al gran ventanal de cristales blancos que daba al patio central del Palacio, tras de su mesa de trabajo, de modo que la luz diese de frente a la cara del visitante.

Y ahí, a la derecha del secante, como quien no dice nada, un ejemplar, con cubierta amarilla, del manual para la cría de gallinas Rhode-Island Red… El Doctor Peralta introdujo al Estudiante, con extremada cortesía, sin que el Primer Magistrado interrumpiera un aparente cotejo de cifras, punteadas alternativamente con una pluma fuente.

Alzando la atareada mano señaló una butaca al visitante. Es inadmisible. Corpulento, cargado de hombros, acrecido en estatura por las majestuosas proporciones de la butaca presidencial, contemplaba el Primer Magistrado al adversario con alguna sorpresa.

Lamentables se resultaban ambos, en su mutua contemplación. Ambos habían salido de lo mismo. Optó, pues, por el tono humanístico y pausado, ignorante del tuteo habitual entre nosotros, que creaba, por su exotismo en este mundo de jaranas y confianzas, un inmediato distanciamiento, mayor que el de la mesa que los separaba. El Primer Magistrado empezaba a impacientarse. Demasiado hemos visto que los atentados anarquistas nada cambian en el mundo. Lo peor que podría ocurrirnos a nosotros, ahora, es que lo mataran a usted.

Mejor es que no nos entiendan a que nos entiendan a medias. Porque, en fin, alguien, alguien, tiene que asumir el poder. Hace falta un Hombre, siempre un Hombre, a la cabeza de un gobierno. Aquí estamos en distinta latitud.

Te envidio. A tu edad yo también pensaba en cosas parecidas. Los respeto. Pero no te olvides de que los gringos son los romanos de América. Y contra Roma no se puede. Y menos, con gente de alpargata… [tono íntimo, ahora]… Puedes hablarme con toda confianza, como a un hermano mayor.

Yo tengo una experiencia política que ustedes no tienen. Podría explicarte por qué unas cosas son posibles y otras no. Hoy, oyéndote hablar, me di cuenta, de repente, de que soy el Primer Preso de la Nación. No te sonrías. Vivo aquí rodeado de ministros, funcionarios, generales y doctores, todos doblados en zalamerías y curbetas, que no hacen sino ocultarme la verdad.

Sólo me muestran un mundo de apariencias. Por ejemplo, mira: comprendo que hemos sido demasiado —digamos: rigurosos —, en lo que se refiere al problema universitario.

Ahora el Primer Magistrado jugaba con la pistola, metiendo y sacando, aparatosamente, el peine de cinco balas. Hay un silencio.

Vuelven a silbar los tomeguines en el patio. Dos miradas que, por evitarse, se evaden a las paredes. Ya que no quieres entenderte conmigo; te doy tres días para abandonar el país. Pide a Peralta lo que te haga falta. Te puedes marchar a donde quieras. París, por ejemplo. No tendrías que presentarte a nuestra Embajada.

Como la del suicidio del fugitivo, o el del que se ahorcó en su celda porque se olvidaron de quitarle los cordones de sus zapatos. Y te advierto que contigo caerían quienes te hubiesen dado albergue, con familia y todo. El Estudiante se levantó. Lo peor es que te envidio: si yo tuviese tu edad, estaría con los tuyos.

El espejo que la reflejaba, las estanterías, los cuadros, la chimenea, se habían desplomado sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos una turbamulta de cales, listones rotos, maderas doradas, astillas, papeles, tras de un estruendo de los que, poniendo a gemir los oídos, parecen resonar luego en el pecho y en el vientre.

El Estudiante había caído al suelo. Ahora se palpaba, para ver si sus manos se le manchaban de sangre. La cara, sobre todo, pues mucho le importaban las mujeres. Pero esto no cambia nada. La estancia se llenaba de gente: sirvientes, funcionarios, guardias, la Mayorala Elmira, las secretarias. Y se tentaba el cuerpo, de pechos a rodillas, sin hallar dolor ni humedad bajo sus dedos. Nadie pagaba nada. Los vecinos de cuarterías y conventillos recibían los cobradores de alquileres a pedradas y estacazos, soltando los perros para mayor información.

Los mercaderes canarios, los buhoneros sirios, negociantes al crédito, eran acusados de anarquistas por las amas de casa seguras de que hubiese un policía por los alrededores, cuando demasiado insistían en presentar una muy atrasada cuenta por venta de encajes o lencería. Lo grande se achicaba, se achataba, se encogía, como regresando al légamo de fundación. Despintados, descuidados, los edificios se integraban en una sulli esta saliendo con la choiza del dinamico duos de grisalla urbana que degradaba, descalabraba, envejecía lo que fuera moderno un día para envolverlo en la vejez de lo que ya era viejo a comienzos del siglo.

Mil avisos de saldos y liquidaciones cantaban el Réquiem de los comercios. Entre tanto, los cerrillos que rodeaban la ciudad se habían llenado de tabucos de hojalata, tela alquitranada, tablas de embalaje, periódicos acartonados con cola y engrudo, todo sostenido por puntales y horcones, a flanco de loma, en imposibles equilibrios que rompían, con desplomes de pisos y caídas de familias enteras a los barrancos, las anticipadas lluvias de primavera.

Hubo nuevas huelgas en el Norte, motines en los aserraderos de Ciudad Urrutia, choques sangrientos entre mineros y ejército en Nueva Córdoba. Varias partidas armadas, llevadas por cabecillas de nombres ayer desconocidos, andaban por las sierras del Sur, quemando haciendas, saqueando almacenes, asaltando cuarteles —dueñas, por dos días, por tres días, de pueblos donde hacían bailar al alcalde, los comerciantes y notables, disparando tiros al piso para mayor animación del zapateado.

En las poblaciones mayores, la teja, el ladrillo, la piedra, y a veces la dinamita, peleaban contra el plomo… Todo esto iba confinando el Primer Magistrado en una isla, isla con atalayas, miradores, muchas rejas y simétrico adorno de palmas, que era el Palacio Presidencial —a donde llegaban tantas noticias revueltas, contradictorias, falsas o ciertas, optimistas o teñidas de negro, que ya era imposible hacer un recuento claro, general, cronológico, de lo que realmente ocurría.

Quien quería minimizar una derrota sufrida, restaba importancia al suceso, hablando de encuentros con forajidos y cuatreros donde se había topado con una verdadera fuerza popular; quien quería justificar su impotencia, agigantaba el caudal de las energías adversas; quien quería disimular sus carencias de información, soslayaba la realidad. Había olor a atentados en el aire. Y no quieren admitir que la crisis no es cosa nuestra: es general, es universal.

Que miren hacia Europa, donde no han hecho sino armar el mierdero padre, trastornando el mapa, arruinando monedas, creando nacionalidades artificiales; un caos, lo digo yo, un caos.

Y con la Browning sobre la mesa. Un gesto. Un tiro disparado por la Mayorala Elmira a la hombrera derecha de mi levita colgada de una percha, para ponérmela después.

Y una buena foto del otro, caído en la alfombra, víctima desdichada de mi legítimo instinto de conservación. Todo evidente. Todo probado. Nuestra policía, hoy como ayer, es incapaz de agarrarlo. De modo abstracto. Es Alguien-que-viene-a-remediar-algo. Pero le falta carne, le falta imagen, le falta palpabilidad. El individuo les importa poco.

Para nuestra gente de plata, el Gringo es sinónimo de Orden, Técnica, Progreso. A usted no le faltan cojones y a peores temporales ha capeado. Luego, eran lutos, medios lutos, cuartos de lutos, lutos de nunca acabar que, cuando se trataba de una viuda de buen ver, se observaban hasta nuevo matrimonio.


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